Convergencia de la lucha del Mallku con otras luchas.
Felipe Quispe Huanca pasará a la historia, indudablemente, como un líder indígena de la talla de Tupaj Katari, del Willka Zárate o de Laureano Machaca. Ellos sedujeron en su época a multitudes indígenas, despertando —en punzante correlato— el temor y
el odio de las castas dominantes y de la sociedad criolla empoderada: Felipe Quispe Huanca, también.
Su equivalencia no se reduce a la similitud en las epopeyas movilizadas que dirigieron, ni a la conmoción que provocaron; tampoco, solamente, a la magnitud de los procesos de transformación —posteriores a sus hazañas— que sus movimientos provocaron.
Su semejanza alcanza también aspectos menos laudatorios. Todos se involucraron en conflictos sin dominar la lógica del enfrentamiento. Terminaron derrotados por las fuerzas que pensaban apabullar. Julían Apaza fue muy nítido en su antagonismo inicial, pero los restantes coquetearon con el enemigo, quien merced a esos mariposeos terminó inmolándolos.
Al Willka Zárate lo sacrificó Pando, quien logró victoria sobre su enemigo apoyado en las tropas del Willka. Laureano Machaca intentó utilizar el fraccionalismo MNRista, siendo inmolado por vecinos que aprovecharon esa fragilidad para armarle una celada. Felipe Quispe introdujo a los meandros del mundo indígena y le dio discurso adecuado a quien después lo abandonaría para terminar siendo vicepresidente del “proceso de cambio”: Si el descuartizamiento del Mallku no fue físico, si fue político y simbólico.
¿Es un fatalismo que las rebeliones indígenas más claras y consecuentes terminen en tales infortunios? No. Simplemente es la lógica histórica: Los comportamientos deben seguir la pauta de los tiempos.
Para muchos Nelson Mandela es el “negro bueno”, quien hizo las paces con los blancos, contra el revanchismo y la guerra étnica: Solo un colaborador, un pacificador. Ignoran al marxista nacionalista, promotor de la lucha armada, varias veces arrestado por sedicioso; en 1962, sentenciado a prisión perpetua acusado de conspiración para derrocar al gobierno. Encarcelado durante 27 años. Amigo de Castro y de Khadafi. Había también en Sudáfrica negros colaboradores, los del partido Inkatha. A ellos, los rebeldes les colocaban, a modo de collar, una llanta en el cuello y les prendían fuego. No fueron estos colaboradores quienes hicieron las paces con los blancos, fue Mandela. Simplemente, supo asumir la decisión adecuada el momento correcto.
No hubo ese momento para Zárate, para Machaca, menos para Julián Apaza. ¿Lo hay para Felipe Quispe? Que el momento adecuado genere las actitudes correspondientes, no depende solamente del rebelde: mitad de responsabilidad la tiene el bando opresor. En Bolivia, el mundo criollo todavía no se plantea acabar con el colonialismo interno, mal puede asumir el Mallku una actitud apaciguadora.
¿Podrá, en el futuro, Felipe Quispe ser el Mandela de Bolivia? Si no lo es él, seguro lo será alguien de las nuevas generaciones. Pero para serlo, no debe pertenecer al partido Inkatha, si no estar acrisolado en la fidelidad, la resistencia y, en buena medida, en la intransigencia… aquella que solo es preludio del bien común.
Fuente: Pedro Portugal Mollinedo en Pukara No. 169