Agotada la pandemia como hecho discursivo, el noviembrismo en alianza con grupos de apoyo político y económico busca instalar ahora un nuevo eje temático que module y establezca la agenda de prioridades electorales que deben ser debatidas e instaladas en las portadas de la atención mediática. El actual y urgente tema es la exigencia de un voto útil acompañado de una presión mediática y de redes sociales para que los candidatos, aquellos que las encuestas señalan como menores, abandonen sus candidaturas. La fijación del objetivo político electoral ya suma también una voz de mando: “Para que el MAS no vuelva nunca más”. A ello se agrega todo un trabajo, a momentos desesperado, con gestiones para agrupar a la derecha del país en una sola candidatura. La presión va esta vez sobre Luis Fernando Camacho, para que abandone su candidatura condicionado por la urgencia que impone el voto útil.
Y es que el voto útil es útil para generar un resultado electoral, pero la cuestión excede ese beneficio corto, pues lo central está en conocer si lo es también para el país o únicamente para un sector de la población. En una mirada de prospectiva institucional y estatal, corresponde comprender y saber cómo incide el voto útil sobre la estabilidad, la gobernabilidad y la pacificación del país. Este pedido a la no dispersión del voto de los sectores de clase media y urbano bajo la asustada lógica de voto útil obliga a deconstruirlo y observar sus caracterizaciones y consecuencias.
Primero que busca polarizar la elección entre Arce/Choquehuanca y Mesa/Pedraza. La intención está puesta en una rápida apariencia, impedir la victoria en primera vuelta del MAS, pero hay otras intencionalidades: crear, en una visión reduccionista, un bipartidismo que distribuye el poder bajo la lógica de los bloques MAS/Anti MAS, sin CREEMOS como actor político. Este empeño electoral encierra adicionalmente otro elemento de fin profundo: el bloqueo de los sectores medios y urbanos conservadores del occidente al poderío político de oriente. Un voto llamado útil para dejar vacío de poder a Santa Cruz y a Luis Fernando Camacho.
Pero también, el voto útil se convierte en una excusa que disuelve la responsabilidad de cumplimiento del programa de gobierno de cualquier candidato, ya que los objetivos se reducen simplificadamente a buscar un escenario final. Los impulsos que mueven a los electores a votar se basan en diferentes factores: creencia en una estructura partidaria y su líder político; afinidades identitarias; hechos históricos; factores inclusivos o en una causa finalmente entre otros motivos, pero todo esto siempre en concordancia con el programa y propuesta electoral. El voto útil extingue todas las consideraciones y razones establecidas a priori que encaminaban el voto, exigiendo una dejación de afinidades programáticas, esto es, de todo aquello que convencía a “su” electorado. La maximización del resultado obliga al ciudadano a estar menos comprometido con un partido, un líder y un programa. La consecuencia es una circunstancial legitimidad. Estamos en ese caso, ante la prevalencia de la argumentación utilitarista de corto plazo que opaca mirar con prioridad la debida gobernabilidad. La lógica pragmática degradando lo programático.
Otra variable propia del voto útil está en la pretensión de instalar una tendencia de falsa responsabilidad. Quienes rechazan esta lógica de voto útil y persiguen construir un proyecto político diferente, ejercen la pluralidad del sistema democrático. Las acusaciones de responsabilidad que buscan efectos inmediatos y censuras colectivas envilecen la calidad democrática, pero también la obligatoriedad que tiene un candidato de comunicar y establecer una ineludible conexión con la población en el esfuerzo de sumar adherentes a su propuesta. Lo contrario equivale a firmar un cheque en blanco para quien no persevera en aglutinar y empatizar con la ciudadanía.
Hoy en Bolivia, el voto útil está instrumentalizado para inhabilitar a un grupo social, algo que trasciende el proceso electoral. Si nos detenemos en la comprensión de que aún está pendiente e inconclusa la cuestión social y la tolerancia inclusiva por el que es diferente en piel, en origen y apellido, sabremos también que el voto útil solo puede ahondar el problema.
Fuente: Jorge Richter Ramírez en Rebelión