Volveré y seré millones: a 239 años del asesinato de Túpac Katari

Julián Apaza Nina o más conocido como Túpac Katari, nació en 1750 en la comunidad Aymara de Ayo Ayo, provincia de Sicasica, cerca de la actual ciudad de La Paz, Bolivia. Proveniente de una familia de mineros pobres que dejarían sus vidas en la esclavitud colonial a la que los españoles sometieron a los pueblos nativos del Abya Yala en las minas de Potosí, Julián se dedicó durante su juventud al comercio de la bayeta (tejido de lana) y de la coca, labor que lo llevó a viajar durante muchos años por diferentes comunidades nativas Aymaras, conociendo la dura realidad a la que su pueblo era sometido.

Allí se encontró con el sistema de la encomienda como medio de esclavitud, el cual obligaba a los indígenas al sometimiento por parte de un español, al que se le encomendaban entre diez y quince nativos para trabajo forzoso en la agricultura, los cuidados del hogar y la minería. Katari fue hallando en este sistema parte de las injusticias que en su caminar por los Andes, el lanero y cocalero Apaza dilucidaba. Así también descubrió los avatares impetuosos de la mita, forma de trabajo implantada por la corona que consistía en la sustitución continua de nativos en grupos de trabajo y a quienes se les obligaba de manera forzada a morir en las minas, esta era una labor determinante para la acumulación de oro y plata y por la cual el padre de Julián había perdido su vida en la ensangrentada mina de Potosí.

Fueron estas duras condiciones las que hacen que el lanero y cocalero vuelva a su pueblo natal Sicasica, lugar en donde se enamora de la que sería su compañera de luchas y combates,  Bartolina Sisa. Igual que Julián ella viviría del comercio de la lana y la coca y en 1781 emprenderían juntos lo que se conocerá como la gesta rebelde más importante de finales del siglo XVIII en la ya América colonial.

La rebelión

La implementación de las reformas borbónicas y su radicalización en Hispanoamérica llevaron a que las condiciones de los pueblos originarios se agravaran de tal manera que los últimos veinte años del siglo XVIII fueran años de profunda agitación política en los virreinatos españoles. Si implementó grabar de manera agresiva la alcabala (impuesto a la venta de mercancías), aumentando así el costo del pan de comer de los ciudadanos. Además de ello, España reforzó su control sobre el tabaco, la pólvora y el aguardiente, consolidando un monopolio sobre estos tres productos que dejaban una alta rentabilidad para las capas intermedias de la sociedad colonial, a lo que se le suma un aumento de la cuota arancelaria para el comercio internacional. Estas medidas van a causar un potente malestar social entre los criollos, los campesinos pobres y los pueblos originarios.

La década de los ochenta de 1700 sería una década de rebeliones populares como las de Túpac Amaru II en el Virreinato del Perú, la de los comuneros en el Virreinato de la Nueva Granada, y la de Túpac Katari y Bartolina Sisa al norte del Virreinato del Río de la Plata.

En estas circunstancias los pueblos Aymaras  encontraban dos situaciones que los agitaban, la primera tenía que ver con las duras labores a las que los españoles les obligaban en términos de trabajo y trato, y la segunda el dolor que les causó el asesinato del respetado Tomás Katari, líder Aymara asesinado por las autoridades del Virreinato del Río de la Plata el 15 de enero de 1781, tras las querellas impuestas por este a los tratos degradantes y cobros excesivos de impuestos a los que los Aymaras eran sometidos, además del asesinato el 18 de mayo también de 1781 del líder Inca Túpac Amaru II en Cuzco, Virreinato del Perú. Las ya nombradas condiciones y el propicio contexto regional favorecían los aires de un levantamiento que era inevitable.

Así, Julián Apaza –quien se nombrará Túpac Katari, en homenaje a los dos líderes indígenas asesinados- en compañía de Bartolina Sisa y Gregoria Apaza, organizarían dos levantamientos populares que se iniciaron el 13 de marzo y el 15 de agosto de 1781, los cuales en la historiografía se conocen con el nombre de los cercos a Chuquiago (actualmente ciudad de La Paz), y que se produjeron tras la organización de las poblaciones de Carangas, Chucuito, Sicasica, Pacajes y Yungas, poblaciones en donde se logró reclutar alrededor de 40.000 hombres y mujeres que se organizaron en la insurgencia Aymara-Quechua.

Con esta potencia plebeya organizada en El Alto de la actual ciudad de La Paz, las tropas rebeldes Kataristas impidieron el ingreso de víveres y comercio, además de ello los insurgentes no permitían la entrada y salida de personas de la ciudad, ocasionando con ello fuertes discusiones de los criollos y españoles que habitaban Chuquiago, convirtiendo el cercamiento en una justa retaliación de los pueblos indígenas que se oponían a la mita, la encomienda y las desmedidas reformas borbónicas que la corona imponía a los pueblos originarios del Abya Yala.

El cerco además de impedir el ingreso de personas y comida, se convierte en un verdadero campo de batalla que luego consumaría la guerra de posiciones que sería replicada siglos después por las insurgencias en América Latina. La ciudad era hostigada a diario presionando militarmente al enemigo, a tal punto que las enfermedades y la hambruna debilitaran al ejército español, según el portal pueblos originarios “todos los días el ejército katarista atacaba la ciudad, utilizando grandes pelotas hechas con lana de oveja, empapadas con aceite o impregnadas con pólvora, que arrojaban a la ciudad para causar incendios, cansar al enemigo y desgastarlos para la lucha”.

Volveré

El ofrecimiento de la corona española de indulto y recompensas económicas a quienes entregaran a los principales líderes de la rebelión hace trastabillar los intereses de los insurgentes. Las primeras en caer son Bartolina Sisa y Gregoria Apaza, quienes pasan por la tortura y la inclemente prisión. Esta situación hace que Katari trate de lograr la libertad de Bartolina y de su hermana, y el 24 de octubre de 1781 propone la paz con los españoles a cambio de la libertad de su compañera, en dicho ofrecimiento negoció un indulto con Agustín de Jáuregui, virrey del Perú, acto que no llegó a tener ningún acuerdo certero.

Tras los intentos de liberar a las dos mujeres que combatieron a su lado, Túpac Katari se repliega hacia el lago Titicaca, con el objetivo de reagrupar a su ejército, proveerse de mejores armas y enseres para así volver a cercar la ciudad. En el camino hacia el lago de Inti y Killa es traicionado por Tomás Inca Lipe, uno de sus colaboradores, el cual lo entrega a los españoles el 9 de noviembre.

Ante la traición, Túpac Katari fue sentenciado a muerte y el 15 de noviembre de 1781 su lengua fue cortada y atado de sus extremidades a cuatro caballos y cruelmente descuartizado, consumado el hecho “su cabeza fue expuesta en el cerro de K’iliK’ili (La Paz), su brazo derecho en AyoAyo, el izquierdo en Achacachi; su pierna derecha en Chulumani, y la izquierda en Caquiaviri” según se relata en la crónica sobre el legado del líder indígena publicado en el medio de comunicación Tele Sur.

La misma suerte corrieron su hermana y su compañera, quienes el 5 de septiembre de 1782 serían asesinadas en la actual plaza Murillo de la ciudad de La Paz, la sentencia de las mujeres relataba lo siguiente,

“A Bartolina Sisa Muger del Ferós Julián Apaza o Tupa Catari, en pena ordinaria de Suplicio, y que sacada del Quartel ala Plaza mayor por su sircunferencia atada ala cola de un Caballo, con una soga de espatro al Cuello, y Plumas, y una Aspa afianzada sobre un Bastón de palo en la mano y a vós de pregonero que publique sea conducida ala Horca, y se ponga pendiente de ella hasta que naturalmente muera; y después se clave su caveza y manos en Picotas con el rótulo correspondiente, y se fijen para el público escarmiento en los lugares de Cruzpata, Alto de San Pedro, y Pampaxasi donde estaba acampada y Precidía sus juntas sediciosas; y fecho sucesivamente después de días se conduzca la caveza a los pueblos de Ayohayo, y Sapahagui de su Domicilio y origen en la Provincia de Sicasica, con la orden para que se queme después de tiempo, y se arrojen las senizas al aire, donde estime convenir” [1]

Seré millones

La lucha de Túpac Katari, Bartolina Sisa y Gregoria Apaza, tras la rebelión Katariasta, dejó un legado para los pueblos Aymara-Quechua de Nuestra América, que aún inconcluso camina por los Andes e intenta consolidarse con la propuesta del socialismo comunitario de los gobiernos de Evo Morales (2006-2019) y Luis Arce (2020-2025) quienes han demostrado ser coherentes con una política plurinacional, ampliamente abierta a los movimientos sociales y a los pueblos indígenas.

Hoy se podría decir que las últimas palabras del padre de la independencia como se le conoce a Túpac Katari en Bolivia: “A mí solo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones”, están siendo premonitorias puesto que las mayorías indígenas en Bolivia han tomado la decisión de romper con los más de 500 años  de colonialismo estatal y cultural; a la fecha y desde la asunción en el 2006 de Evo Morales se cumplen 14 años de transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales en la dinámica del Estado boliviano, la rebelión de los hijos e hijas de Tupac Katari como la tituló el líder Aymara electo en 2006, hoy representa a millones de indígenas, de diferentes pueblos y culturas milenarias de Bolivia, convirtiendo la nación en un gran sistema Ayllu, en donde el bien común, el buen vivir, las relaciones armónicas con la madre tierra y la soberanía de los pueblos, determinan el curso de esta nueva rebelión Katarista en el corazón de Sur América.

Según lo escribió Delfín Xiqués Cutiño, “Cuenta la leyenda que cuando Julián –Túpac Katari- nació en 1750, dos enormes cóndores se posaron en las montañas cercanas. Uno en representación de los Aymara y el otro, de los Quechua. Así conocieron que ese niño sería muy importante  para las dos comunidades nativas”. Bolivia Plurinacional del siglo XXI, se esfuerza en dar continuidad a ese su original que dicta que los pueblos de nuestra tierra puedan vivir libres. Es esta filosofía como praxis de la vida la que representan esos dos cóndores apostados en lo alto de las montañas aledañas al parto de Túpac Katari, la de la vida colectiva como eje para desarrollar nuestro ser y la de la esperanza en la humanidad para darle sentido. Como lo dijo el vicepresidente David Choquehuanca en la posesión del nuevo gobierno andino: “Estamos en tiempo de volver a ser Iyambae, es un código que lo han protegido nuestros hermanos guaraníes, y Iyambae es igual a persona que no tiene dueño, nadie en este mundo tiene que sentirse dueño de nadie y de nada”.

Fuente: Por Harold García-Pacanchique, en Resumen Latinoamericano

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