Con esa exclamación Estefanía Prado G. concluye su artículo (en Rebelión, Representantes y Representados), en el que a partir de dos preguntas cuestiona al gobierno del compañero Lucho, ¿quién gobierna? ¿para quién gobierna? dando a entender que ante la ausencia de “un horizonte estratégico, solo hay un discurso de izquierda, donde faltan verdaderas medidas de transformación, y todo se limita a recuperar la estabilidad y el crecimiento económico, afrontar la pandemia y luchar por preservar la salud y la vida… todo esto en términos de preservar el orden establecido; y, a pesar de que el presidente se reclame de izquierda, los que votamos por él queremos justamente eso: más izquierda y menos concesiones al statu quo, y más escucha al bloque social del proceso de cambio que le entregó su confianza y sobre todo sus esperanzas”
Los horizontes estratégicos de cualquier proceso de transformación son acciones estructurales que tienen que ver con “la ocupación global del aparato y poder del Estado” (Zavaleta M.), además de construir instituciones que sirvan al pueblo con educación y salud de calidad, solo de esta forma la gente está dispuesta a dar su vida para defender un proceso. Desde hace siete años que vengo preguntando cuáles son los mínimos del proceso de cambio que le permita proyectarse al futuro, no existe ninguno; si bien hay un pilar de lucha contra la desigualdad, esta lucha no logró que el pueblo salga a luchar contra el golpe, excepto cuando fue a dar su vida por la wiphala y contra del racismo y la violencia. También se puede argüir la recuperación de la función social del Estado para redistribuir los excedentes, pero siempre fue un medio para un horizonte que no sabe cuál es.
El statu quo nunca se alteró y si bien se redujo la pobreza y se amplió la cobertura escolar, o se construyeron miles de carreteras, escuelas, hospitales, sistemas de riego, conexiones de gas domiciliario, se crearon más de tres millones de clases medias, etc. las clases dominantes siguen detentando el capital económico, cultural, patrimonial, social. En otras palabras, el MAS durante más 14 años tuvo la dirección del país, pero jamás el dominio. Entonces pretender exigir al compañero Lucho verdaderas medidas de transformación, no hacer concesiones al statu quo y ser más de izquierda, es pecar de infantilismo y prepotencia.
Después Prado G. reconoce que existe “una pugna interna dentro del MAS, donde las diferentes corrientes… no se plantean un debate ideológico y solo desnudan mezquinos intereses… pero también reflejan la desconfianza social hacia diferentes instituciones, en particular la administración de justicia; la corrupción, impunidad e ineficiencia de servidores públicos; la desatención o mala atención de las autoridades competentes a demandas puntuales, la insuficiente representación de sectores sociales comprometidos con el proceso de cambio en las instancias de gobierno, así como una escasa rendición de cuentas políticas de los representantes populares, además de una debilidad política y de liderazgo de nuestras actuales autoridades, todo esto genera repercusiones adversas para la estabilidad social y la gobernabilidad”
En un anterior artículo afirmaba que la intensidad de esa pugna interna por el cambio de gabinete era despolitizador, porque no expresaban el interés por lo común, que tampoco lo concretiza Prado G., excepto el tema de la justicia. De esa manera esa pugna interna de analistas, solo lograban cortar el vínculo entre palabra y existencia (lo que vive y palpita el pueblo), pero solo ese vínculo es transformador. Así, esos análisis siguen funcionando como compensación, o sea compensan la falta de democracia real donde las mayorías sociales decidan sobre los asuntos comunes: salud, educación, economía política, violencia de género, soberanía alimentaria, etc. Por tanto, esta compensación borra la herida de la democracia: una división brutal entre gobernantes y gobernados o, como dice Prado G., representantes y representados; en otros términos, estas opiniones ayudan hacer soportable el malestar de esa división, porque no hurga, no analiza, no reflexiona las causas del por qué los movimientos sociales y los dirigentes se ocupan de cuotas de poder.
Y es la dicotomía representantes-representados el punto central que usa Prado G. para demostrar que el compañero Lucho no tiene claro ¿para quién gobierna? Entonces la articulista afirma que se lee o se escucha “que es potestad exclusiva del Presidente elegir a su gabinete, y esto se llama principio de autoridad, un principio que nace como reflejo de una forma de democracia, como fue con la Constitución yanqui en 1776, donde del individuo como participante activo y directo en los asuntos públicos de gobierno, se pasó a la figura del representante político que lo sustituye en los órganos de gobierno y en las determinaciones, esto es la democracia liberal representativa… ahí se excluyó al pueblo en su calidad de colectivo y de este desempoderamiento se desprende el llamado principio de autoridad del gobernante”
Prado G. al explicar que ese principio de autoridad deriva de la democracia liberal representativa y que excluye al pueblo de los asuntos públicos del gobierno, intenta demostrar que el compañero Lucho se somete a esa forma de democracia. R. Luxemburgo escribió que “la dictadura consiste en el modo en que la democracia se utiliza y no en su abolición”, no se refiere a que la democracia fuera un marco vacío a disposición de diversos agentes políticos, sino más bien que en su marco procedimental vacío había un “sesgo de clase”. En este sentido, el gobierno de Lucho, como el de Evo, no ha cambiado la lógica del espacio político (basarse directamente en el poder de los movimientos sociales), recuérdese cómo se derrotó la sedición de octubre de 2021, ahí el compañero Lucho actuó conforme a una intuición correcta sobre el «sesgo de clase» de la democracia para garantizar la hegemonía de sus bases.
Aún más, la democracia no puede ser un reflejo de una doctrina o la aplicación de unos principios universales, como lo hacen los yanquis, sino que la democracia, como lo ha asumido el pueblo, debe resolver problemas sociales y no enredarse en problemas teóricos, todo esto en el marco de una constante evolución de las prácticas que llamamos democráticas. Así, la democracia vinculada a un contexto concreto debe ayudar a construir una vida comunitaria que sea coherente con las necesidades, intereses y expectativas de las grandes mayorías nacionales (que en esta coyuntura es estabilidad y crecimiento económico, lucha contra la pandemia, reforma de la justicia, mejor salud y educación). Por tanto, lo que nos interesa de la democracia son las prácticas democráticas, o sea determinar qué es democrático y lo que no es democrático. Lo que estamos planteando es que el demos no puede ser identificado ni con mayorías, ni con minorías, sino que la esencia de la democracia tiene que ver con el poder de los pobres, de los indios, de los negros, de las mujeres; de la misma forma, la oligarquía no consiste en el poder de unos pocos (algunos u oligoí), sino con el poder de los ricos (poroí).
Sin embargo, Prado G. polemiza en el sentido de que “el meollo de la representación, es el contenido de la acción, donde el representante debe ser evaluado en cómo actúa para promover y gestionar los intereses de quienes representa, el pueblo votante… Lo importante es que el pueblo realmente actúe a través de su gobierno y no sea un simple receptor pasivo de las acciones de éste… En este contexto, esa base social organizada debe ser parte de la construcción de las políticas gubernamentales, incluyendo su participación directa en las instancias de gobierno, por tanto no es un error que los movimientos sociales debatan sobre la composición del gabinete de ministros, caso contrario sería como plantear que el bloque social popular se conforme con debatir las grandes estrategias, mientras el ejecutivo comienza a ser ocupado por autoridades con visión conservadora y hasta regresiva”.
¿Por qué fracasa la izquierda? Por repetir el viejo modelo revolucionario, pero cuando quiere aterrizar ese modelo hace todo lo contrario, por un lado está el modelo y por otro el cinismo, y por eso muere la izquierda.
Prado G. reclama que el pueblo actúe mediante su gobierno y que participe directamente. Se olvida que en los gobiernos del MAS (Evo y Lucho), el pueblo actúa a través de su gobierno, reproduciendo el clásico paradigma revolucionario, donde la vanguardia empuja en buena dirección al pueblo, o sea la dirección del MAS, organización de masas es el dispositivo por excelencia de transformación, a la cabeza de los dirigentes, piensan las estrategias y “ven más amplio y más lejos”. Más abajo, están las masas encargadas de aplicar y de aterrizar las ideas y empujar la realidad.
Esta idea del MAS como instrumento de liberación o de revolución, es la idea-fuerza, a la vez magnífica y terrible, que ha marcado a fuego el proceso de cambio; donde la participación directa del pueblo en el gobierno nunca fue efectiva, y un ejemplo desgarrador y decepcionante fue la discusión estéril que se dio por el cambio de gabinete, cuando se debía discutir desde los movimientos sociales y los dirigentes del MAS, cuál el proyecto colectivo compartido a construir, cómo resolver la carencia de cuadros, cuáles son las líneas ideológicas a desarrollar, qué batallas de las ideas afrontar, etc.
Y si en noviembre del 2019 vimos que nuestra democracia era tan raquítica y despertaba poco entusiasmo se debe a que el gobierno no se dejó afectar por los movimientos sociales, no se dejó contagiar de la energía del demos, y por eso la democracia se dejó llevar por el viento del posfascismo. ¿Hay esperanza? Ninguna, mientras seamos pueblo iluso, creyendo que las cosas cambian por la gracia de políticos buenos o las astucias de la razón en la historia. ¿Hay alguna esperanza? Si, si el pueblo se hace valer, si tomamos conciencia que las políticas justas son siempre fruto de la lucha y de las ganas de libertad de los de abajo.
¿De qué lado está la responsabilidad? De la idealización de la izquierda radical o de la lucha de los de abajo.
Fuente: Jhonny Peralta Espinoza exmilitante Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka en Rebelión