En todo el mundo los gobiernos toman acciones en su lucha contra el virus, violando derechos fundamentales y humanos.
Nuestros autonombrados hacen decretos, firman leyes etc. sin consultar a organizaciones sociales, ni siquiera transparentar sus acciones (financiamiento, efectividad…). ¡Mano dura en vez de diálogo!
Sin minimizar el peligro del virus, la lucha real contra ello lo hará el pueblo.
En los países europeos las organizaciones sociales nunca han sido interlocutores del gobierno; en su mayoría han sido perseguidos. Lo que enfrentan ellos ahora es, que en este “Estado de Excepción”, además, sus gobiernos usan la tecnología para controlar a las personas. ¿Cómo lo hacen? Vía Apps, es decir un botoncito en el celu. Con ello controlan dónde, cuándo y con quién estabas, con quién te has comunicado, cuáles sitios web has visitado; qué preferencias tienes; etc. “Evidentemente” hacen este control total para “cuidarte” del virus.
Todavía no nos toca esto en su totalidad, pero ya lo están pensando. Alguna vez, ¡que la pobreza sea riqueza!, pues no todos tenemos acceso a este espía y el satélite aún no llega al último rincón de nuestro Tawantinsuyu.
El peligro aquí y allá es: los gobiernos –y nosotros- nos acostumbramos a aceptar “Estados de Excepción” y a perder nuestra voz y nuestros derechos.
Acostumbrarnos a ser gobernados en “Estado de excepción”.
Pero, ¿qué podemos hacer? Escribo desde Achocalla, donde producimos verduras y carne para la ciudad.
Quiero que entren camiones con alimentos, que no producimos, que organicen la ayuda a personas que necesitan medicamentos, que faciliten el acceso al bono dignidad, canasta familiar…. que podamos comprar tarjetas a entel, que venga un carro con gas, que traigan los alimentos adicionales para nuestras vacas…
Somos organizados, pero no nos dejan vender nuestros productos ni por Senkata ni por la zona sur.