Luego de que Luis Arce posesionó a su gabinete de ministros se generaron varias reacciones, muchas de ellas tenían un carácter crítico y apuntaban a que se había marginado, una vez más, a los alteños, a los “indios”. Desde entonces he podido conversar con algunas personas que militan en el MAS (en niveles “medio bajos”) y de quienes he oído todo tipo de comentarios en los que la tónica general ha sido, desde un posicionamiento de víctimas, el lamento sobre cómo “los jailones se han loteado el gobierno”.
Con esos “lentes” uno creería estar viendo una situación en la que, como siempre, los malvados y todo poderosos q’aras, levantando la wiphala y jallallando a las mujeres de pollera, embaucaron, nuevamente, a los inocentes indiecitos. Claro que muchos de quienes lamentan esa situación son personas que, tras trabajar en la campaña electoral, esperaban obtener un trabajo en alguna institución gubernamental, pero, tal cual se dieron las cosas (cómo se fue definiendo la correlación de fuerzas en el gabinete), ven imposible concretar esa aspiración.
Desde luego, la inmensa mayoría de los “indígenas” no espera acceder a algún trabajo en este o en cualquier otro gobierno (seguro no rechazarían una oportunidad, pero no están ocupados en buscarla). Simplemente quieren que se generen las condiciones mínimas para trabajar y así tratar de salir de la situación económica que ha dejado el anterior gobierno y la pandemia.
Empero, habría que considerar ese señalamiento sobre el proceder jailón en el gobierno ya que en él hay algo que quienes lo realizan no quieren encarar y que atañe directamente no a los señalados sino a los señaladores, incluso más allá de la militancia del MAS: los q’aras en el gobierno se imponen sobre los indios en la medida en que estos últimos, de distintas maneras, dan pie a esa situación. Es decir, denunciar que los jailones siempre terminan dirigiendo a los indígenas, incluso en nombre de un “gobierno indígena”, es solo contar la mitad de la película y a estas alturas eso ya es solo un pretexto para eludir responsabilidades.
Los grupos jailones en el gobierno de Evo Morales fueron promovidos desde espacios muy concretos (como la Vicepresidencia) y nunca fue un secreto. Lo hacían abiertamente. Distintos personajes q’aras, que fueron rodeando a Evo Morales, formaron sus bloques de poder en el “gobierno indígena”. Eso hicieron los “no indígenas” a vista y paciencia de “la plebe”. ¿Qué hicieron los indígenas?
David Choquehuanca, actual vicepresidente y que por varios años ejerció el cargo de canciller, ¿promovió o apoyó a algún grupo o equipo de jóvenes indígenas que se proyectarán como la renovación de su proyecto? Él estaba en un cargo importante y podía influir desde ahí para formar a los “relevos”, como lo hizo la izquierda jailona en el gobierno o como lo haría cualquier grupo político que pretenda seriamente ir más allá de lo inmediato.
El Viceministerio de Descolonización, que por un buen tiempo fue dirigido por Félix Cárdenas, ¿formó cuadros políticos “descolonizados descolonizadores” que hagan un contrapeso a las iniciativas q’aras en el MAS? Si lo hizo, ¿dónde están? Lo cierto es que desde esa instancia solo se hizo shows para divertir turista y de eso no se podía esperar renovación de liderazgos indígenas en el “gobierno indígena”.
Los demás originarios que sermoneaban sobre su papel estelar en el gobierno del MAS y que ocupaban cargos medianamente importantes, ¿qué hicieron para que la relación entre “no indígenas e indígenas” deje de ser una relación de subordinación?
En general, los indígenas del MAS en posiciones de poder, teniendo posibilidades de generar y promover relevos políticos desde sus núcleos sociales, no lo hicieron y de esa forma dejaron el terreno libre a los jailones, quienes le sacaron provecho a la situación. Los especímenes étnicos del “proceso de cambio” estuvieron muy a gusto en algunos cargos, recibiendo adulaciones de los “no indígenas” y cobrando sueldos por su inercia política; pero no hicieron nada serio en favor de lo que pregonaban.
Eso me recuerda que hace varios años conocí a un tipo que se jactaba de ser un “indianista radical” y que llegó a dirigir una carrera en la Universidad Publica de El Alto (UPEA). Como autoridad, como alguien que podía definir o influir en decisiones nunca hizo algo que fortaleciera la postura política que asumía, nunca buscó armar equipos de trabajo y simplemente se esforzó por calentar el asiento de su oficina y cobrar su sueldo.
Y es que no se trata ni se reduce a un aspecto que caracterice a los indígenas del MAS en situaciones de poder. Por ejemplo, Víctor Hugo Cárdenas, siendo vicepresidente del país entre 1993 y 1997, no hizo nada por renovar al Movimiento Revolucionario Tupaj Katari de Liberación (MRTK-L) o por formar relevos políticos más allá de su organización y no lo hizo porque eso hubiera significado perder ciertos privilegios que obtuvo siendo “el indígena multicultural” de los q’aras.
A partir de varias experticias y de observaciones sobre la política en el país, me queda claro que los indígenas que se las dan de ser grandes líderes o ideólogos insuperables y que llegan a ciertos cargos de poder nunca apuestan por formar un proyecto, por armar estructuras o articular equipos. En muchos casos y en distintos niveles su objetivo es ser “el indígena” entre los q’aras y ven como competencia a otros indígenas, de tal manera que se esfuerzan por cerrarles puertas para preservar el “privilegio” de ser mimado por algunos jailones. Se las ingenian para “gambetear” a sus bases y buscan descabezar a quienes, desde su mismo grupo, van perfilando algún liderazgo.
De hecho, es muy notoria una actitud en los dirigentes indígenas, de organización grandes y pequeñas, y que puede resumirse así: “si no soy yo, no es nadie”. Buscan tener el vínculo directo en algún espacio, recibir las ordenas de algún q’ara sin intermediarios de su mismo origen social. Así, ven a los jóvenes, muchos de ellos profesionales, como rivales que pueden desplazarlos del lugar que ocupan, como “competencia”, y les hacen guerra, les cierras puertas.
Entonces, quienes en primer lugar han conspirado contra los indígenas, contra la posibilidad de que sean protagonistas de primera línea y no segundones, han sido los indígenas en cargos de poder. Desde luego, en ello también “colaboraron” jailones; pero la responsabilidad recaía no en estos últimos, quienes hicieron lo que cualquier grupo de poder y con aspiraciones de reproducirlo hubiera hecho. Hay que recordar que Eva Copa “apareció”, a finales del pasado año (2019), fue atacada sistemáticamente por grupos jailones del MAS. En esto hay que notar que son grupos respaldados, no actúan aislados y son parte de estructuras de poder. ¿Hay cosas similares entre los indígenas del MAS? ¿Hubo indígenas alteños del MAS que organizaron alguna defensa contra los ataques que recibía Eva Copa? Copa se vio huérfana, pero no se achicó (su mérito). Sin embargo, queda claro que los indígenas del MAS solo se quedan en disfrutar su pasó momentáneo por algún cargo, mientras los “otros” arman estructuras.
Y claro que hay “jailones revolucionarios” que son unos racistas de mierda y solo esperan que los indios los aplaudan y sean su masa movilizable. Pero la cuestión no es lograr que los q’aras “se pongan la mano al pecho” y que los espacios que acaparan los entreguen a los indios por lástima, como si se les estuviera pidiendo limosna.
No se trata de esperar que los jailas, en un arrebato inesperado de “conciencia de casta”, den un par de ministerios a “los alteños”.
El problema es que quienes son racializados como indígenas y que buscan cambiar las relaciones de subordinación con los “otros” formen estructuras políticas más allá de las apuestas individuales. Que construyan alianzas entre sí, a partir de objetivos concretos, formando bloques que hagan frente al poder de casta y que prevean los relevos políticos necesarios. En esa perspectiva, la vieja dirigencia y los “reconocidos” intelectuales indígenas (reconocidos por su funcionalidad a la dominación blancoide) son una muralla que hay que derribar. Así mismo, en el afán por cambiar las relaciones de dominación entre “indígenas y no indígenas”, hay que partir afianzándose en el grupo social desde el cual se procede (la “indiada”), pero teniendo bien claro que hay que construir alianzas con los “otros” y que para ello hay que tomar, como criterio de selección, lo que esos otros hacen en favor de construir un país en el que “indios y q’aras” se relación “de tú a tú”. Lo mismo para quienes tienen origen indígena.
Visto así, la cuestión no recae en la buena voluntad de los jailones (hay muchos que la tienen) sino en el papel de quienes son racializados y subordinados como indígenas.
Fuente: Carlos Macusaya en http://jichha.blogspot.com
«El movimiento indígena en Bolivia. Historia política e Indianismo»
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