La metafísica popular, en la kafkiana realidad boliviana, va más allá de las canciones del “Papirri”, es una práctica cotidiana en una sociedad intercultural que piensa en aymara, quéchua o guaraní y que habla en castellano. Esta metafísica popular ha llegado al campo político y de la peor manera.
Eva Copa, es atacada por un grupo de izquierda denominada “la Resistencia”, varios líderes y liderezas de los movimientos sociales no pueden ser ministros “porque no son técnicos”, los presos políticos continúan en las cárceles, alguno con riesgo de perder la vida, mientras los golpistas disfrutan, fuera del país, de los dineros mal habidos. Varios “pititas” son premiados con cargos en la administración pública, “masistas” de última hora se postulan para Alcaldes y Gobernadores; la policía en la ciudad de Cochabamba mantiene el “negocio” de las multas exorbitantes por la “circulación de movilidades fuera de hora” cuando en otras ciudades la circulación está permitida hasta la media noche. El aparato racista opositor mantiene su prédica violenta, ahora con las municiones proporcionadas por el mismo oficialismo.
Algo no está bien, un indicador para esta afirmación son las redes sociales, esos muros de protesta del siglo XXI, son testigos de agrios debates entre militantes “revolucionarios”, entre cuestionadores del gabinete y los que piden “paciencia”; otro indicador “verificable” como dicen los planificadores es la pugna por la representación partidaria del MAS.
Mientras tanto, las derechas políticas y las oligarquías coloniales, se reorganizan, depuran sus errores y se preparan para las elecciones subnacionales, que cosecharan las pugnas del oficialismo para su provecho, como lo hicieran en la ciudad de El Alto y en Potosí, el “voto castigo” fue la consigna de la oposición que seguramente volverá a poner en vigencia, en municipios y gobernaciones.
El actual gobierno no es un “gobierno improvisado” tiene la suficiente experiencia de ambos primeros mandatarios, respecto al clima político generado por el golpe de noviembre del 2019, y las expectativas populares y partidarias, luego de ganar las elecciones. No es un escenario complejo, el MAS, los ha tenido más complejos y ha sabido salir airoso.
En Bolivia las decisiones tardías, o no implementadas, son catastróficas, Juan José Torres no tomó la decisión de armar la resistencia popular en 1971 y tuvimos una de las dictaduras más sangrientas y largas de nuestra historia, lo mismo pasó con la marcha por la vida (1986) cuando se decidió realizar un Alto en la marcha, en la localidad de Calamarca y fue el fin de una movilización que puso en tensión al gobierno neoliberal, facilitando el inicio del largo ciclo neoliberal.
La paz social en Bolivia, no será producto de medidas gubernamentales o de concesiones a las derechas políticas, el problema de la paz social en Bolivia es un tema estructural, la vieja pugna (más de 500 años) colonial no ha sido definida y las elecciones pasadas del 18 de octubre, nuevamente han significado una nueva pausa política, que ya comienza a ser quebrada con los discursos y actitudes en el parlamento, en las redes sociales y en los titulares de la prensa colonial.
La fatalidad de la persistencia colonial en Bolivia, traspasa las formas, la democracia no es un óbice para mantener un colonialismo activo y violento, se vio hace pocos días cuando una parlamentaria fue agredida por ser mujer de pollera en una región de raigambre racista. No se trata de equilibrio solamente económico, sobre todo es un tema político y social, es pues la disputa por el poder real, como dijo el Che: “El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa”.
*Canción del sexteto boliviano «Papirri».
Fuente: Por Camilo Katari en Resumen Latinoamericano