El reciente discurso de Luis Arce Catacora, con motivo de la celebración de la creación de las Fuerzas Armadas, motiva una reflexión sobre el carácter del Estado Plurinacional y su relación con los aparatos represivos.
En los actos de celebración de la creación de las Fuerzas Armadas, el presidente del Estado Plurinacional, Luis Arce, señaló que en “El reciente golpe de Estado de noviembre de 2019 y el año del gobierno de facto que le siguió, muestran el acecho a la restauración conservadora. Esa lamentable aventura a la que contribuyeron algunos malos militares, contra el sentir mayoritario de las Fuerzas Armadas, intentó enlodar nuevamente a toda la institución militar con masacres que han afectado a nuestro pueblo”. Asimismo, expresó que “Las Fuerzas Armadas nunca más deben ser parte de golpes de Estado ni de rupturas constitucionales. No deben ponerse a las órdenes de ninguna potencia hegemónica y tampoco recibir armamento de otros países ni municiones para reprimir al pueblo boliviano”.
En esta misma línea, Evo Morales, Álvaro García Linera y otros dirigentes del MAS (Movimiento al Socialismo), durante los catorce años de Gobierno, no han hecho otra cosa que embellecer al ejército y la policía. En palabras de Evo Morales, las fuerzas armadas vendrían a ser “patriotas antimperialistas, anticolonialistas, con una propia doctrina del pueblo y no del imperio, nacionalistas (…) para defender el territorio y recursos naturales, una doctrina de dignidad y soberanía”.
Por lo expresado por Arce Catacora y Evo Morales se podría deducir que el ejército y la policía están al servicio de los intereses de los y las trabajadoras y pueblo empobrecido, y que por su carácter antimperialista vendría a ser algo así como la antítesis de la Escuela de las Américas. Nada más alejado de la realidad, las fuerzas armadas sirven para garantizar la hegemonía de una clase dominante, la burguesía, sobre la clase trabajadora, los campesinos, los indígenas, es decir, el proletariado.
No es que haya malos y buenos militares y policías, lo que hay es un destacamento de hombres y mujeres dispuestos a reprimir, torturar y matar en nombre del orden y la constitución, lo que los hace enemigos de clase de las y los trabajadores.
Tampoco es que, en el caso del armamento de las fuerzas armadas, algunas sean para proteger y otros para reprimir, o que haya armamento al servicio de las y los trabajadores y el pueblo empobrecido y otro al servicio de la burguesía y el imperialismo, lo que sí es evidente es que el armamento de las fuerzas armadas junto a las cárceles, las leyes y las instituciones coercitivas, son en esencia instrumentos de poder para proteger el estado capitalista burgués y garantizar la opresión y explotación de miles de millones trabajadores y trabajadoras.
La falacia del Estado Plurinacional
Desde el marxismo definimos el Estado, en primer lugar, como producto y expresión de las contradicciones de clases y del carácter irreconciliable de éstas. En segundo lugar, como un órgano de dominación de clases y un instrumento de opresión y explotación de la clase trabajadora. Finalmente, como un destacamento de hombres y mujeres armados, lo cual se expresa en el ejército y la policía que son la fuerza de poder estatal.
Es dentro de estos marcos que debemos caracterizar y entender el Estado Plurinacional, el cual “se constituye en Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías, fundada en la pluralidad y pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico dentro del proceso integrador del país”; y que con la aprobación y promulgación de la Constitución Política del Estado se “refunda Bolivia” y “se inicia el cambio de Estado colonial y neoliberal a un Estado Unitario, Plurinacional Descentralizado y con Autonomías”.
Tomando en cuenta lo mencionado líneas arriba, podemos caracterizar el Estado plurinacional desde el punto de vista de su forma y su contenido. En cuanto a la forma, podemos mencionar la incorporación de importantes reformas cosméticas, inclusivas, de carácter formal, como son las autonomías, el reconocimiento de idiomas y a las 36 naciones; el pluralismo jurídico que vendría a ser la elección de jueces, pero de una manera condicionada debido a la existencia del filtro parlamentario; la Jurisdicción Indígena Originaria Campesina (JIOC) o la figura de las autonomías indígenas y/o regionales junto a la descentralización administrativa.
Con estas reformas el estado se ha expandido y se hecho más “denso” en el sentido de obtener una cierta legitimidad en amplias franjas de la población. Pero al expandirse apoyándose en las instituciones locales o indígenas cooptándolas y transformándolas en instituciones “de estado”, introduce con ello las contradictorias instituciones al interior del Estado, fortaleciéndolo ante las masas en la coyuntura, pero aumentando su fragilidad en la medida que aumentan las contradicciones sociales.
En este sentido, sigue siendo, desde el punto de vista de su contenido y de las relaciones estructurales entre las clases y el imperialismo, un estado capitalista, racializado, dependiente, semicolonial, ya sea republicano o como ha venido siendo desde hace más de una década, “plurinacional”. Debemos hablar y dar cuenta de un Estado plurinacional atravesado de múltiples contradicciones, que no cuestiona su carácter capitalista ni la estructura social de clases, y que está al servicio de los grandes negocios de las transnacionales, de la burguesía nativa, de los agroindustriales y de los terratenientes. Para ello se sostienen en las fuerzas armadas, la policía, el ejército y las instituciones coercitivas de toda índole.
Si bien dentro de los marcos del Estado Plurinacional existen cambios formales, se hace necesario confrontarlos con un conjunto de consignas que levantamos desde la LORCI: reemplazar el ejército regular por un sistema de milicias obreras y campesinas, que sean instrumento de autodefensa del pueblo; el derecho de autodeterminación de los pueblos indígena originarios oprimidos; la reforma agraria y la colectivización de las tierras que están en manos de los terratenientes y los agroindustriales; la abolición de la figura presidencial y la unificación de los poderes legislativo y ejecutivo en una cámara única; ante la crisis económica escala móvil de salarios, el reparto de las horas de trabajo y expropiación de las empresas capitalistas y de la banca bajo administración y control obrero; es decir, una serie de consignas que van ligando a la clase trabajadora con nuestro objetivo de lucha por el comunismo, que se inicia con la destrucción del estado burgués (o el Estado Plurinacional), y que un sentido de revolución permanente, se va extinguiendo y deje de ser Estado. A decir de Marx, se trata de “una asociación de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo social”. El comunismo es la conquista de una sociedad sin Estado, sin clases sociales, libre de explotación y de toda opresión.
Fuente: Pity Ezra en La Izquierda Diario