La derecha anunció que esta es una de sus últimas oportunidades para tumbar al gobierno, para esto ha utilizado la fecha del censo, la agenda política de la corrupción, narcotráfico, reforma de la justica impuesta por su aparato mediático, y al que se sumó la dirección del MAS.
Por los hechos políticos durante 15 años y por las contingencias históricas, el propio proceso de cambio se ha convertido en el eslabón más débil de la cadena de los dizque gobiernos progresistas. Para enfrentar el golpismo, el compañero Lucho lo primero que tendrá que hacer es derogar el pasado y poner en mesa los discursos que recuerden Sacaba, Senkata, Villa Tunari, Catavi, guerra del gas y del agua. Se acabó decir «en nuestro gobierno el pueblo tenía esto y aquello». Eso es pasado, ahora es el momento de decir claramente lo que se va a hacer. Este es el debate que estamos obligados a abrir.
TACTICISMOS CONTRARREVOLUCIONARIOS: LA POLÍTICA DEL SUMA CERO
Alguien dijo que “el ámbito de la táctica es siempre el ámbito de la contrarrevolución”, afirmación con la que estoy de acuerdo, porque estamos limitados al estrecho campo de las tácticas, cuando sólo damos un pequeño paso por delante, cuando perseguimos los acontecimientos según van ocurriendo, en estos casos, no podremos actuar ya de una manera revolucionaria, y esto me parece que es el camino que el gobierno afrontará el paro indefinido.
La política del suma cero se materializa en el sentido de que los errores de un bando, los gana el otro, por esta razón, el gobierno y la derecha desde ahora quieren arrogarse victorias y derrotas anticipadas. La fecha del censo está provocando una polarización dispersa, la derecha cruceña reaccionaria apuesta a derrocar al gobierno, porque afirma que es su última oportunidad; la prensa cruceña ve que el paro indefinido puede tener consecuencias catastróficas en términos económicos y políticos; el gobierno con el discurso de la ilustración radical de su portavoz, cierra cualquier posibilidad de diálogo y reitera que el censo será el 2024. En este panorama, la dirección del MAS además de una declaración tibia contra el golpismo, se ha dedicado a poner contra la pared a su propio gobierno, llamándolo de encubridor del narcotráfico y la corrupción, y cueva de traidores y contrarrevolucionarios.
El tacticismo y la política del suma cero del gobierno solo llevarán a la derrota del proceso de cambio, amén si a esos dos errores le sumamos la posición renegada de la dirección del MAS, que no toma en cuenta el momento, y usa una coyuntura particular como oportunidad para lo que es pura y simplemente su resentimiento político.
Estos pasos tácticos se justifican porque el gobierno piensa que la derecha está dividida a partir del posicionamiento de Jhonny Fernández, de Reyes Villa, del Conade, de las detenciones en Adepcoca, etc., por lo tanto, la toma de decisión del gobierno de seguir con el censo el 2024, de tener reuniones con la CAO y la Cainco, pueden ser tácticas eficaces. Sin embargo, la realidad que mira el gobierno es engañosa en la medida en que la eficacia política debe pensarse como la transformación de las cosas; en otras palabras, el tacticismo gubernamental, debe lograr la desarticulación de la desestabilización, aspecto que el gobierno debe evaluar, porque si piensa que es eficaz, se olvida que hay dos eficacias, una para la política y otra para la guerra.
Es evidente que el paro indefinido nos muestra a los desestabilizadores solos, pero es una apariencia, tenemos una derecha más reaccionaria y con experiencia en la lucha callejera; y el gobierno le responde a través de su portavoz, con un discurso prepotente y despreciativo, por esto, Clausewitz decía que la guerra no la empieza el que ataca, sino el que se defiende, y la derrota comienza siempre cuando se empieza a pensar con las categorías del adversario, en este caso la derecha cruceña recurre a la desestabilización, la sedición, el boicot, transversalizados por la violencia, pero el gobierno solo recurre al discurso desvalorizador y estigmatizador, creyendo que con eso basta ante una derecha dispersa y fragmentada, en esta situación es más evidente que el perdedor será el gobierno, porque no ve que la democracia al tener solo el camino de resolución vía la confrontación, devela la crisis política nacional.
El portavoz presidencial afirma que el poder político radical de la derecha ya no convoca ni paraliza, pero el presidente sostiene que hay intereses internos y externos que desean desestabilizar al gobierno, mientras que la COB y el ministro de obras públicas, denuncian que logias cruceñas y el gobernador están en preparativos de un nuevo golpe de Estado; a esto se suman los ataques de altos dirigentes del MAS que acusan al gobierno de encubridor del narcotráfico y de la corrupción, e incapaz de reformar la justicia. Estas contradicciones políticas frente a un enemigo cruceño, como dicen los ilusos, solo y disperso, ponen en evidencia que no hay unanimidad de la visión política sobre el país y el enemigo, contradicción que se desnuda mucho más, cuando no se tiene un plan para afrontar el paro indefinido y la asonada golpista, inconsciente de las dimensiones de la amenaza.
Si el gobierno y el MAS continúan con su decisión de ir divididos a confrontarse con la derecha, llámese Adepcoca, comité cívico cruceño, etc., primero tiene que estar consciente de que si triunfan ya sea mediante la represión o la pasividad, esta victoria será estratégica o, por el contrario, posterga la batalla definitiva; y si en el horizonte está la batalla decisiva, tendremos las fuerzas necesarias y suficientes para derrotar a la derecha o sucumbiremos como en noviembre del 2019. Ahora el proceso de cambio está en su momento más débil, sin hegemonía política electoral, y mucho menos política; por el contrario, la derecha se encamina mediante escaramuzas a esa batalla decisiva, a comprobar en cada refriega si el MAS cuenta con parapetos o bloques organizados, a saber si tiene o no una militancia dispuesta a morder; la derecha está mucho más consciente de lo que ha perdido el 2005, que el MAS que no sabe qué es lo que ha ganado en esa elección, por esta razón se explica su desvarío político; mientras la derecha dispone de estructuras paramilitares en el eje central del país, en el plan 3000 gana terreno, y no olvida que en el golpe de estado del 2019 ha logrado doblegar la voluntad, debilitar la moral, de los que salieron a resistir.
SON GRUPOS DE WHATSAPP Y NADA MÁS
Hoy todos los partidos, movimientos sociales o agrupaciones políticas, no son ajenas a las redes sociales, más aún, todo el que se precie de ser “político” forma parte de un grupo de whatsapp o de facebook. Este fenómeno virtual ha provocado que algunos intelectuales, digan que los movimientos en red han cambiado regímenes, desafiado instituciones y que han provocado tambalear el triunfo irreversible del capitalismo; creo que son exageraciones, al contrario, las redes se han convertido en medios de dominación que frustran cualquier alternativa de emancipación.
En las redes uno se entera de todo sin adquirir ningún conocimiento, se tienen vivencias y estímulos, pero al final se queda siempre igual a sí mismo. Se acumula amigos y seguidores sin experimentar jamás el encuentro con alguien distinto y que piense distinto. Las redes sociales representan un grado nulo de lo social y lo político, y solo sirven para encontrar personas iguales y que piensan igual que nosotros, así el horizonte de experiencias se vuelva cada vez más estrecho. En el fondo las redes es una autopropaganda que nos adoctrina con nuestras propias nociones.
En las redes no se mencionan problemas para abordar y discutir en común, lo que se emite es sobre todo información que no requiere discusión y que solo sirve para que el remitente se promocione; así el “me gusta” es el encuentro con uno mismo y con quienes son como él, ahí no hay discusión ni discurso, cuando el espacio político es un espacio de encuentro con otros, hablar, escuchar y debatir con otros. Ahora, tenemos, según Byung Chul Han, una nueva masa: “el enjambre digital”, que tendría que expresar un carácter gregario, pero al contrario son individuos aislados, incapaces de una acción en común, ignorantes de la historia, débiles para construir un contrapoder y luchar colectivamente por la emancipación.
Los bloques urbanos del MAS representan y tienen todas esas características, son enjambres digitales que no forman un colectivo políticamente activo, ahí vemos a los influencers masistas apasionados por su narcisismo musical, personal, gastronómico, etc. y obsesionados por lograr la mayor cantidad de followers, o sea súbditos o ganado consumista. Ambos influencers y followers totalmente despolitizados, sometidos a sus celulares, cada vez más individualizados, son la seudo militancia que tiene el MAS. Por los 14 años de despolitización, hoy tenemos una generación con una baja capacidad de argumentación y sin experiencias de confrontación, como se vio en el golpe de estado, sin recursos para afrontar las adversidades.
Ahora que estamos frente a una nueva asonada golpista, estos enjambres digitales masistas están hundidos en la encrucijada entre like y dislike, solo tienen eso, me gusta o no me gusta, que en el fondo es un activismo de sofá. El diálogo político no es hablar con gente que piensa lo mismo que uno mismo, las redes sociales no enseñan a dialogar porque es fácil evitar la controversia; por eso muchos masistas vergonzantes usan las redes no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en su zona de confort, donde se oyen a sí mismos y ven sus propios rostros. Entonces, sin la presencia del otro, que piense distinto, las opiniones de cada uno de los del enjambre digital masista es autista, doctrinaria y dogmática.
Organizar la resistencia contra la derecha reaccionaria, no se construye jamás a través de la suma de individuos masistas atomizados y reunidos a través de bytes; porque son zombis del consumo y la comunicación, en lugar de militantes politizados; son zombis que creen férreamente en la “libertad de la yema de los dedos”, porque ser libre no significa actuar, sino hacer clic, dar al like y postear. En conclusión, el consumo digital y la revolución son mutuamente excluyentes.
QUERÍAN TOMAR EL PODER, Y ES EL PODER QUE LOS HA TOMADO
La conducta de algunos dirigentes del MAS en relación a su gobierno, permite validar la crisis del pensamiento político clásico, el mismo que planteaba la identidad entre determinismo y necesidad histórica, donde la categoría más poderosa era la vanguardia, el partido, o instrumento. Así como durante el golpe de estado también hizo crisis otro determinismo histórico, vigente más de un siglo, que afirmaba la existencia de variables estructurales que hacían necesario el cambio social, siendo el caso más célebre el del marxismo economicista, donde la variable “determinante en última instancia” era la economía, pero la creación por parte del proceso de cambio, de más de tres millones de clase medieros, no construyó identidad política a favor de Evo Morales, por el contrario solo hubo un silencio reaccionario.
Estos dos hechos hacen pensar que hay un grave problema en las prácticas culturales o sociales en el MAS y el gobierno, porque mientras hablan de proclamaciones de candidatos, de planes negros, de sus narcisismos musicales, personales o gastronómicos los masistas del enjambre digital; han dejado, hace mucho tiempo, de hablar seriamente de economía política, politización, ideología, resistencia, explotación.
Entonces, lo que estamos viendo es que no es la idea de revolución lo que está en crisis, sino lo que está en crisis es la idea de partido, vanguardia o instrumento, lo que está en crisis son las prácticas culturales que hemos parido durante 15 años; por tanto, para enfrentarnos a la derecha, hay que saber ubicar qué está en crisis y qué acciones debemos tomar.
En el día a día, tenemos un lugar, una identidad, pero de pronto podemos desubicarnos, entonces la sociedad sale de sus marcos, así los indios ya no quieren ser escalera política ni ofrendar su sangre, quieren ser sujetos; los obreros ya no quieren esperar cada año un incremento salarial, quieren disputar el excedente económico; y los militantes quieren dejar de ser una maquinaria electoral, y politizarse para dirigir el proceso político. Esto se llama emancipación e implica la subversión de los papeles, de las funciones y de los roles sociales establecidos. Es un desorden fecundo. Pero cómo es la reacción de la dirigencia del MAS ante los pedidos de reconducción o renovación o profundización, es reactiva porque el poder teme más a estas emancipaciones, que a cualquier otra cosa, porque piensan que hay que mantener el orden de clavar a cada cual en su lugar, esto para aislar y vencer.
Si nos asumimos unos a otros por lo que somos, por el lugar donde nos han clasificado, sólo multiplicamos y difundimos la mirada del poder, o sea la mirada de los dirigentes, convirtiéndonos en meros efectos de poder, sin la potencia de cambio. En conclusión, el MAS está en crisis. Ya la historia del comunismo nos mostró que no significó una subversión de las estructuras de poder, sino una radicalización de sus tendencias autoritarias. Y si no queremos repetir fracasos y frustraciones, hay que empezar por afrontar la cuestión del poder, y respondernos si el poder transforma al individuo o el poder revela lo que en el fondo tenemos.
MARCHAS Y CONTRAMARCHAS: CONTABILIDAD REVOLUCIONARIA
Un compañero con mucha contundencia me decía que la marcha del 25 de agosto, por la cantidad de gente había logrado una correlación de fuerzas a favor del gobierno, y provocado el retroceso de la derecha en sus afanes golpistas; esta noción de “correlación de fuerzas” solo aporta un único argumento y es su “objetividad”, porque muchas veces solemos escuchar a personas radicales, que la revolución o insurrección es imposible porque la correlación de fuerzas provocaría la derrota. La marcha de agosto emitió varios mensajes: 1) la resolución de defender al gobierno de un eventual golpe, porque se aprendió la lección, 2) la necesidad de mantener a las bases movilizadas y prestas al combate, 3) denunciar el perenne asedio del imperialismo por el litio y otros recursos naturales, 4) y reiterar que el censo no estará contaminado por la política.
Una marcha puede considerarse un triunfo del proceso de cambio, por la euforia y la emoción que vivieron las masas; pero la experiencia nos enseña que el éxito del proceso de cambio no debe medirse por el sublime temor de sus momentos eufóricos, sino por los cambios que deja la gran marcha a nivel de lo cotidiano, o sea el día después del acontecimiento. Nadie niega que fue una marcha impresionante y bien organizada, pero no debemos quedar fascinados con esos sublimes momentos de unidad nacional. La pregunta clave es: ¿qué acciones políticas tomamos al día siguiente de la marcha? ¿Cómo se traduce esta explosión emancipadora en militancia comprometida y combativa?
Cómo no recordar las concentraciones y marchas durante la campaña electoral del 2019, pero eso no detuvo a que la derecha reaccionaria prosiguiera con sus acciones conspirativas, esto nos enseña que nada puede cambiar de verdad al día siguiente, porque las cosas vuelven a la normalidad. Entonces, poner a un lado de la balanza a los paramilitares de resistencia juvenil kochala, unión juvenil cruceñista, adepcoca, con todo su arsenal y al otro lado a seres humanos en rebelión, solo corresponde con una visión contable del mundo. Utilizar la noción de correlación de fuerzas para juzgar si es factible una insurrección o la resistencia al golpismo derechista, es utilizar un solo fotograma para explicar toda la película. Es curioso que los marxistas, pero no Marx, utilizan a menudo esta manera de pensar que es, como mínimo, antidialéctica.
Ahora que estamos en puertas de un paro indefinido y donde los comités cívicos, plataformas ciudadanas, gremialistas, y otros tontos inútiles de la contrarrevolución se suman al golpismo antinacional, tenemos a una derecha reaccionaria que nos enseña sus dientes, el dilema es que si los movimientos sociales, sostén del gobierno, tienen ganas de morder. Esto exige recuperar la supremacía política en las calles y en los caminos, como una tarea ineludible, porque esta batalla, no es una lucha electoral donde las derrotas son transitorias, efímeras y temporales, es una lucha política, donde las derrotas son severas, graves y potencialmente irreversibles. El gobierno no puede subestimar este desafío y sería el mayor error que se pueda cometer; si las movilizaciones de apoyo al golpismo son potentes, como lo demostrado en el cabildo, nos guste más o menos, y si los ignoramos esto es sumamente riesgoso. Una apuesta unilateral por la visión técnica de los problemas, como es el caso del censo, menospreciando la importancia de una demostración de fuerzas propia en las calles y en los caminos podría ser fatal.
Vivimos una democracia bajo amenaza. ¿Qué significa? Es una democracia limitada para el campo popular indígena, donde se le señala lo que es posible discutir; mientras la derecha abiertamente plantea el federalismo, un nuevo pacto social en el ordenamiento legislativo, en el poder económico, en la judicatura, en el pacto fiscal, etc. Entonces, si vamos al diálogo social, es ir a una trampa, porque la cancha ya lo rayó la derecha. La derecha nos está diciendo que en esa cancha rayada se puede discutir, fuera de los límites es el caos. La guerra civil, por tanto, es el fantasma constitutivo de nuestra democracia; y esto es por no haber construido hegemonía; por no consagrar derechos antes que beneficios; construir salud y educación de calidad, antes que canchas; etc. todo esto nos ha llevado a esta situación.
Si la democracia está encorsetada por la derecha, solo queda el conflicto popular indígena que puede desafiar y cuestionar esos límites; es decir, el conflicto es el motor de la expansión democrática, donde el conflicto entre legitimidad y legalidad puede ensanchar los márgenes de vida de los indios, esclavos, los trabajadores, las mujeres, etc. Pero, ¿qué tipo de conflicto? En los últimos tiempos vemos a la derecha movilizarse en las calles, reapropiándose a menudo de un léxico y un repertorio de acción de izquierdas o libertario. Pero son movilizaciones en nombre de intereses de grupos privados (propietarios, hombres blancos, clase media alta, etc.) y en defensa de los fundamentos duros del sistema neoliberal (sexismo, racismo y clasismo). Son rebeliones a favor del orden, para afianzar sus límites.
El conflicto que expande la democracia debe tener una perspectiva igualitaria, que cuestione las jerarquías raciales, de género, clase o de militancia, etc., pero también las jerarquías políticas y económicas; solo la activación popular indígena puede empujar al gobierno a querer cambiar las cosas más allá de los límites, sin contentarse en la estabilidad económica o la baja inflación. Regalarle a la derecha el espacio de la disidencia es un error gravísimo. Sin olvidarnos que lo que impulsa a la resistencia o la rebelión al campo popular indígena no es la evaluación de un informe ni un cálculo de probabilidades, sino una necesidad interior experimentada colectivamente, la certeza compartida de que “ahora, ha llegado el momento”.
Fuente: Jhonny Peralta Espinoza, exmilitante Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka, en Rebelión