Hemos vuelto a los años setenta, onda retro de repente. Veremos marchas en defensa del voto democrático. Escucharemos discursos exigiendo el derecho a elegir. Leeremos a periodistas, como en los setenta, sostener al régimen con tinta manchada de sangre. Daremos la razón a aquellos que hace rato nos advirtieron que el gobierno “transitorio” no es tal, que no hicieron lo que hicieron para irse nomás, que llegaron para quedarse.
Nos han metido de golpe en un túnel del tiempo para regresarnos a nuestro pasado más funesto y nefasto. Estamos dentro de la peor película de ciencia ficción serie zeta, berreta. Con nocturnidad y alevosía, como en los setenta, han decidido una madrugada postergar por tercera vez las elecciones. Es la “dictadura perfecta”: la que te anuncia una fecha para votar y la anula, la anuncia y la anula, así ad eternum.
Por cierto, algún día nos dirán que esta última convocatoria fue ilegal e inconstitucional, que no se respetó el estado de derecho, que el Poder Legislativo (como en el ascenso de generales sin ratificación del Senado) fue ignorado olímpica y antidemocráticamente. Pasó lo mismo con el litio. Un día (el pasado sábado) nos “enteramos” de que la verdadera razón del golpe (lithium coup, lo llaman afuera) fue el litio. Algún día también nos contarán cómo se mató en Senkata y Sacaba. Ese gran día está llegando.
Una semana después del 6 de septiembre están programados partidos de fútbol (deporte de contacto y contagio: véase la segunda división de España) de Bolívar y Wilstermann por Copa Libertadores en La Paz y Cochabamba. Pero no podemos votar. Ya se puede viajar en flota entre algunos departamentos con las ventanas de bus selladas. Pero no podemos votar. Nuestras ciudades están repletas de colas y más colas. Y los equipos de fútbol vuelven a entrenar, todos apretaditos a la salida del córner. Pero no podemos ejercer un derecho que tanto sacrificio costó hace décadas. Dicen que no se puede y apelan hipócritamente a la salud. Estamos inmersos dentro de la más cruel de las pesadillas distópicas.
¿Qué cambia entre el 6 de septiembre y el 18 de octubre? Nada, cambia todo pero no cambia nada. Quieren ganar tiempo pero el tiempo está en su contra y siempre estará a favor de los pequeños. ¿El 18 de octubre será el nuevo “pico” de la pandemia, don Salvador? ¿Tenemos un pico móvil? ¿Votaremos cuando llegue la vacuna —baza electoral— allá por el primer semestre del próximo año? ¿O votaremos en agosto de 2022 cuando lo diga el “informe científico”? ¿Para entonces ya estará lista la venta/regalo del litio para Tesla? ¿De verdad creen que la vacuna dichosa servirá para que olvidemos tanta muerte, tanta corrupción, tanta persecución?
La estrategia de tumbar (otra vez) las elecciones se armó a fuego lento/mediático y funcionó contra el deseo popular reflejado en todos los sondeos (más del 70% admitimos la intención de ir a las urnas a pesar de todo). Cualquier ser pensante sabe que la razón de postergar una y otra vez la fecha es el pánico a un regreso democrático del MAS. Lo demás es intoxicación, muerte y bronca popular.
“Se pueden sembrar nabos en la espalda del pueblo“, dijo una vez Tamayo. “Nabos seguro se pueden sembrar, pero ¿cosechar? No se puede porque la espalda se sacude y cuando se sacude…”, me cuenta mi cuate teatrero Percy Jiménez. Vivimos en un permanente día de la mentira, en un bucle eterno de bulos y engaños, en una repetitiva jornada de la marmota. Todas las falacias son la misma, todos los ventrílocuos son el mismo. Nos mean a diario y la tele dice que llueve nomás.
Los sondeos marcan un 20% de indecisos, los que dictarán sentencia sobre si habrá o no una segunda vuelta. Los que deciden (que no están en el Palacio Quemado, por cierto) no saben o no quieren saber que en cada postergación de fecha esa balanza de indecisos cae del lado azul. ¿Es la proscripción de la sigla del MAS el próximo paso? ¿Se puede hacer desaparecer a la mitad de la sociedad boliviana? ¿Se volverá a unir toda la derecha para que renazca la “mega/junt’ucha” cuando el MAS esprinte en la recta final para ganar por una cabeza? “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”, dijo una vez un poeta comunista. Esto no es un poema de amor, es una canción desesperada.
Fuente: de Ricardo Bajo, en: https://www.la-razon.com/voces/2020/07/29/esto-no-es-un-poema-de-amor/