El Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) de los BRICS acordado entre China y Brasil (13 de abril 2023 en Shanghái, China), pone en jaque al sistema capitalista-imperialista monetario y financiero internacional nacido de los Acuerdos de Bretton Woods de 1944 bajo la hegemonía estadunidense.
En su visita a China los presidentes Xi Jinping y Lula da Silva acordaron la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) de los países integrantes de los BRICS: Brasil, Rusia, india, China y Sudáfrica y al que ya han solicitado su ingreso otros países como Argentina, Argelia, Egipto, Irán, Baréin, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, entre otros, que desean no depender más del dólar y del comercio controlado por Estados Unidos. Este bloque se presenta como alternativo al imperialista del G7 integrado por Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Japón.
Dirigido por la expresidenta brasileña Dilma Rousseff, el NBD tendrá entre sus funciones utilizar sus monedas locales sin recurrir a terceras como el euro y el dólar, el cual queda excluido, por vez primera, de sus transacciones monetarias y financieras.
Recordemos que, como dice Ernest Mandel (El dólar y la crisis del imperialismo, ERA, México, 1974, p. 20): «Gracias al sistema de Bretton Woods la inflación del dólar desempeñó a la vez el papel de motor de la expansión del mercado interior de Estados Unidos y de motor de la expansión del mercado mundial».
En relación con este periodo –mutatis mutandis– el dólar ya no es el eje de la economía capitalista global, sino, cada vez más, una de las monedas y sistemas monetarios, si bien todavía importantes, que perviven en el entorno del surgimiento de nuevos instrumentos y modalidades diferentes al dólar.
La trayectoria histórica de estos se puede describir en la siguiente secuencia: patrón oro – patrón dólar – crisis del dólar – surgimiento de nuevas monedas y sistemas monetario-financieros en el contexto del cada vez más visible sistema multilateral y policéntrico que se extiende por el mundo.
En el libro mencionado Mandel ya preveía, desde 1968, la crisis del sistema monetario internacional centrado en el dólar. De esta forma afirma que: «La posición privilegiada que el dólar ha ocupado durante dos décadas dentro del sistema monetario internacional reflejaba la situación excepcional de la economía norteamericana y la potencia del imperialismo norteamericano en el seno del sistema capitalista internacional. Esta situación se ha modificado gradualmente, esta potencia experimenta una decadencia relativa» (op.cit., p. 201).
Estas palabras proféticas del intelectual belga se cumplen hoy día en la medida en que, a la inversa, esa situación excepcional de la que gozaba Estados Unidos hoy se trueca en crisis económica, inestabilidad financiera, pérdida de competitividad, crisis social y política y reducción gradual del dólar en el PIB mundial y en las transacciones comerciales y financieras internacionales, a lo que ha contribuido, como un boomerang y paradójicamente, la imposición de las llamadas «sanciones» estadounidenses contra países soberanos como China y Rusia.
RT (14 de abril de 2023) compiló la opinión de varios ministros del Gobierno brasileño desde Pekín respecto a los beneficios de los acuerdos alcanzados entre ambos gobiernos: «Intercambios comerciales en monedas propias, infraestructura, innovación y tecnología y defensa del medio ambiente». Por su parte, el ministro de Hacienda de Brasil, Fernando Haddad, confirmó que se estudia la posibilidad de realizar transacciones comerciales en monedas locales: «La idea de realizar intercambios comerciales en monedas propias, sin recurrir a monedas de terceros, es algo que está en la mesa de negociación desde hace mucho tiempo entre los BRICS [bloque creado por Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica], en el ámbito del Mercosur» (RT, 14 de abril de 2023).
Una de las principales consecuencias a mediano plazo de los acuerdos chino-brasileños se expresará en un cambio de la geopolítica mundial en función de un equilibrio más favorable al Sur Global y a los países dependientes y subdesarrollados sujetos al dominio político y a los procesos de acumulación y valorización de capital de los países imperialistas. Sin embargo, ello no significa, como se ha llegado a plantear, superar la dependencia estructural de esos países si no se supera, al mismo tiempo, el capitalismo y su modo de producción.
Es consistente la tesis de que la soberanía política y la soberanía económica no son posibles si no se cuenta con una moneda y un sistema cambiario sólido y soberano que, si bien se articulan con otros sistemas y monedas como el mismo dólar, sin embargo, posean un funcionamiento autónomo en relación con las necesidades económicas y sociales de la nación o de una región.
No es casual al respecto que en el pasado, en las décadas de los ochenta y noventa, incluso en la actualidad, los poderes imperialistas hayan sometido a los países dependientes a sus procesos de acumulación y reproducción de capital a través de mecanismos como el endeudamiento externo, o bien mediante las inversiones extranjeras directas e indirectas en esos países con el fin de succionar masas crecientes de riqueza, valor y de plusvalor en beneficio de los países capitalistas avanzados independientemente de los regímenes políticos que prevalezca en aquellos. Un caso sobresaliente es la Argentina que, endeudada con el Fondo Monetario Internacional por el Gobierno del empresario Macri, en la actualidad, bajo un Gobierno supuestamente progresista —aunque no necesariamente de izquierda— como el de Alberto Fernández, se encuentra inmerso en una profunda crisis económica, inflacionaria y social debido a los efectos lacerantes de los préstamos y financiamientos derivados del monstruoso endeudamiento externo cuyos leoninos intereses el país tiene que pagar puntualmente a ese organismo internacional en detrimento del deterioro de la vida social, de los salarios y de las condiciones laborales de los trabajadores. Ello puede conducir, incluso, a la pérdida de las próximas elecciones presidenciales por parte del Frente de Todos en beneficio de algún candidato o coalición de derecha o ultraderecha de ese país.
La dolarización ha sido un mecanismo histórico de Estados Unidos para reproducir la sujeción de los países a sus sistemas monetarios, financieros, cambiarios y de intercambio para mantener su hegemonía global. Esto ha permitido, por ejemplo, hasta la fecha, que ese país imponga sus llamadas sanciones —que no son otra cosa que agresiones violatorias del derecho internacional— a cualquier país o región que no se encuadre en sus intereses geopolíticos y estratégicos. Sobran los casos: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán, Corea del Norte, China, Rusia o amenazas de hacerlo como en el caso de México, tanto en relación con la problemática de la explosiva y extendida inmigración en sus fronteras, como en el escandaloso y complejo tema del tráfico del opioide del fentanilo en el que Washington oculta su responsabilidad culpando exclusivamente al narcotráfico mexicano.
Si bien ya hay antecedentes de intentos de creación de instrumentos monetarios paralelos al dólar o de intercambios comerciales en trueque de productos entre países, consideramos que es la primera vez que se da un paso firme, estructural, para construir infraestructuras, intercambios comerciales y cambiarios sustentados en un nuevo tipo de moneda como el del (NBD).
Consideramos que a partir de aquí se estará desplegando un poderoso «efecto demostración» y de bifurcación a muchos países del orbe que advertirán las ventajas de abrazar el sistema del Nuevo Banco de Desarrollo en la medida en que se precipita el declive del carcomido e injusto sistema monetario internacional centrado en la otrora hegemonía del dólar nacida en Bretton Woods.
Fuente: Adrián Sotelo Valencia en Rebelión