Luis Fernando Camacho ha superado con creces los desempeños de antecesores suyos como Germán Antelo y Rubén Costas en la presidencia del Comité Cívico pro Santa Cruz.
Como si se tratara de un enviado por algún comando especial intergaláctico para luchar contra Evo Morales que se pretendía eternizar en la presidencia, según lo afirman convencidos quienes fueron despojados del triunfo del 21F de 2016, como si fuera un jovenzuelo acelerado que nada más arenga y se encomienda a Dios para lograr sus objetivos, Luis Fernando Camacho supo conducir durante 21 días las movilizaciones y las citas multitudinarias para, en nombre de Dios, luchar contra la “dictadura masista” y finalmente contra ese hasta ahora no demostrado fraude electoral que se convirtió en la puesta en escena clave para que en las cabezas y en los corazones de las clases medias citadinas se enquistara la idea ya no solo de un Evo que se había burlado de la voluntad en las urnas tres años atrás, sino que nuevamente lo hacía para imponer, a través de malas artes, un triunfo en primera vuelta en las elecciones del 20 de octubre de 2019.
Luis Fernando Camacho ha superado con creces los desempeños de antecesores suyos como Germán Antelo y Rubén Costas en la presidencia del Comité Cívico pro Santa Cruz. Y no solo eso, porque quienes esperaban que el retorno de Branko Marinkovic desde Brasil, luego de una década de autoexilio, se tornara apoteósico, se quedaron con los crespos hechos, porque no habían asumido conciencia de que 10 años eran demasiados y no cabía esperar más para que un nuevo liderazgo como el asumido por este hijo de un empresario que fuera presidente de la Confederación del rubro, con antecedentes paramilitares y falangistas para el triunfo de la dictadura de Banzer en agosto de 1971, se perfilara con energía y mística para cuestionar al poder ya no desde la comodidad y el confort que permiten las redes sociales, sino desde las calles, esas en las que el MAS y sus organizaciones sociales fueron ganando espacios y concretando victorias parciales desde 2002 hasta lograr alcanzar el gobierno y el poder.
Camacho no es el de la sonrisa publicitaria forzada con apariencia de querer vender alguna nueva pasta dental exhibiendo innecesariamente las encías. Esa imagen corresponde a los días en que ya había alcanzado los objetivos que se trazó con los activistas cívicos que lo acompañaron entre el 21 de octubre y el 12 de noviembre de 2019. Camacho es más bien el de los dientes apretados y los ojos cerrados utilizando la Biblia, dispuesto a emprender viaje hacia La Paz para arrancarle a Evo su renuncia. Actuó en nombre de Dios, vitoreado por la cristiandad cruceña y los cambas que viven en ciudadelas como el Plan Tres Mil y la Villa Primero de Mayo que no dudaron en alterar el orden público, bloqueando calles, avenidas y anillos, controlando a quienes osaran romper con la paralización total de la ciudad. Tal cantidad de gente coordinada por el Comité Cívico necesita dinero para transportarse y comer, a fin de cumplir con cada larga jornada de vigilia y protesta. ¿De dónde salió ese dinero? ¿Quién financió el transporte y el alimento para que se pudiera aguantar durante tres semanas? Es la parte de la historia que necesita averiguaciones todavía pendientes.
LA PAZ.
Camacho era esperado por los “pititas” collas de La Paz, sincronizadamentre acompañado a través de Marco Pumari por los incendiarios antimasistas del Comité Cívico Potosinista en la ciudad del Cerro Rico, y cuando la crisis alcanzó su pico más alto, es quien consolidó el retiro del apoyo policial y militar a un gobierno que reacciona tarde, que ya no controla nada, y ni siquiera tiene la capacidad de articular movilizaciones sociales que no pasen por la participación de militantes convencidos penetrados por vándalos, saqueadores e incendiarios de propiedades públicas y privadas, y por eso el MAS, al ser rebasado por el lumpen, sobre todo en zonas paceñas como El Pedregal, donde caen cuatro muertos a manos de policías y militares, Ovejuyo y Chasquipampa, termina estigmatizado como horda de facinerosos y delincuentes.
La ecuación es perfecta: los movilizados de la Unión Juvenil desde el Cristo de Santa Cruz de la Sierra, que la emprenden contra campesinos en Montero o Yapacaní, y en la zona sur de Cochabamba la Resistencia Juvenil acosa, humilla y agrede a militantes y a supuestos militantes del llamado “proceso de cambio”; se encuentran sintonizados con los bloqueadores paceños de los suburbios residenciales de la sede de gobierno, temerosos y parapetados contra la indiada que podría descolgarse de sus zonas urbano-rurales.
Durante la crisis, Camacho reúne a diario a una multitud desde las 19.00 a los pies de ese Cristo Redentor esculpido por el talentoso artista plástico Emiliano Luján y que se erigió en uno de los principales símbolos de la ciudad cuando en 1961 sus 7,5 metros fueron instalados en esa rotonda que es como un paréntesis de la que fuera la avenida Norte que conecta con la carretera que lleva a Warnes y Montero, más tarde avenida Banzer y ahora finalmente denominada Cristo Redentor, aunque sus primeras cuadras sigan bajo el denominativo de Monseñor Rivero (Daniel), quien fuera arzobispo de Santa Cruz en tiempos del Cuarto Congreso Eucarístico, cuando se inauguró este monumento al hijo de Dios que ilumina y bendice la insurrección contra el evismo.
Luis Fernando Camacho Vaca, de padre cruceño y de madre beniana, es el macho alfa del Cristo de la Banzer. El primer líder cruceño del nuevo siglo tiene mucho que ver con eso de levantar el nombre de Dios por causas justas y aunque oficialmente la avenida más larga e importante de Santa Cruz de la Sierra ya no lleve el nombre del General, no hay cruceño o cruceña que no diga “vamos por la Banzer”.
Para saber quién es este presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz no es necesario investigar su trayectoria como, por ejemplo, la de Oscar Ortiz, de quien en esta serie periodística de Memoria y Archivo hemos dicho que fue el consumador de la presidencia de Jeanine Áñez en el Senado, junto a Arturo Murillo. Camacho no tiene antecedentes más que los de sus responsabilidades con una empresa de seguros de vida y contra accidentes, y asuntos tributarios pendientes como muchísimos de los que existen en el país. De él podemos enumerar acciones que lo posesionan como el materializador callejero de la derrota política de Evo Morales que termina asilándose para salvar el pellejo, porque aunque exhiba una extraordinaria habilidad para hacerse el distraído, el jefe de esta manada de lobos dispuestos a jugarse al todo o nada para sacar a Evo del poder sabe que el pellejo del defenestrado presidente está en riesgo y de eso sabe con detalle el general Gonzalo Terceros, en ese momento comandante de la Fuerza Aérea.
Camacho ora y arenga en el Cristo de la Banzer. Camacho llega con la carta de pedido de renuncia a Evo y un grupo organizado de masistas no lo deja ingresar por el aeropuerto de El Alto; debe volver sobre sus pasos, pero no se da por vencido porque al segundo intento logra penetrar a La Paz como el Libertador enviado por el Cristo cincelado por Emiliano Luján para instalar su cuartel en esa otra Casa Grande (Exprés), no la del Pueblo, sino la de la zona Sur de La Paz con cinco estrellas reconocidas por la hotelería internacional y en la que recibe a Jeanine Áñez y a Oscar Ortiz, luego de que estos arriban en helicóptero desde El Alto hasta el Colegio Militar del Ejército de Irpavi.
Camacho, luego, el mismo 10 de noviembre, mete una Biblia monumental para decir que “ha vuelto al Palacio”. A la mierda el Estado laico, viva la Iglesia Católica, viva la religión oficial de la República de Bolivia. Camacho demuestra que la política, en primer lugar, aunque no tengamos certeza de cuánto sabe sobre los santos evangelios, es una cuestión de fe o por lo menos el mecanismo para movilizar almas en contra del “tirano” bajo su influjo.
PODER.
Los apolíticos de La Paz que votaron por el No a la repostulación de Evo Morales y la “izquierda de Sopocachi” terminan coincidiendo en lo que no quieren, porque lo que quieren no es necesario que importe. No quieren que Evo se eternice en la silla presidencial. No quieren que Bolivia sea como Cuba o Venezuela. En fin, no quieren que los indígena originario campesinos retengan la torta del poder y sigan monopolizando la repartija de beneficios que facilita la burocracia gubernamental y en ese gran contexto habría sido justo y agradecido hacerle un homenaje a este Camacho que no se desdice ni en una coma por todo lo encarado, a diferencia de sus circunstanciales cómplices políticos que lloriquean cuando el Ministerio Público los llama a declarar o bajan el perfil para intentar pasar inadvertidos la tormenta de la recuperación del Estado de derecho que ha vuelto a poner al MAS en el centro de los poderes públicos con su triunfo del 18 de octubre de 2020, cuando las coartadas sobre prorroguismo y fraude han quedado atrás.
Más imágenes: Camacho deja la Biblia en el hall central del Palacio Quemado y el 12 de noviembre sube al balcón principal a festejar el triunfo. Participa inicialmente de la organización y arranque del nuevo gobierno, con dos ministros en el gabinete (Presidencia y Defensa), lo que significa que el aparato político del gobierno de la transición, producto de una sucesión que viola el artículo 169 de la Constitución —en la que el astuto macho alfa de la conspiración no participa en lo más mínimo—, va a pasar necesariamente por su mirada y decisiones. A continuación, al presidente del comité cívico nada más le queda fundar su propia agrupación ciudadana, que el 24 de enero de 2020 emerge con el nombre de Creemos y lo conduce a la candidatura presidencial.
La idea de la transición gubernamental a la cabeza de Jeanine Áñez, desde sectores camachistas, es conformar un gabinete de ciudadanos, perfil que Murillo, Ortiz y la propia Áñez desestiman, porque quienes imponen la nueva rosca de poder son estos militantes del Movimiento Demócrata Social, el partido de Rubén Costas, que declara que ellos no participan oficialmente del gobierno como estructura partidaria.
El ministro de Defensa, Luis Fernando López, que había sido un asesor clave en materia político militar, decide quedarse con Áñez y romper con su amigo del alma, decisiones que terminan favoreciendo a Camacho, lo que le permite marcar distancia de un gobierno que usa la pandemia con sus tiempos excepcionales para convertirse en un régimen de corruptos, de represores políticos y extorsionadores judiciales.
Sin sospecharlo, Murillo, que se hace dueño y señor del Ejecutivo, provoca que Camacho suba y suba en las encuestas como candidato presidencial, lo que obliga a Áñez a bajarse de la carrera electoral. No es poco: el ya jefe de Creemos se ha cargado a un presidente que gobernó durante 14 años y ahora se carga a una candidata que en principio pintaba como factor de unidad opositora frente al MAS.
Camacho es una topadora y, al mismo tiempo que se ha desmarcado con nitidez de la impresentable transitoriedad gubernamental, sube del 1% hasta el 15% de la preferencia electoral, cifra con la que queda tercero en las elecciones que gana Arce Catacora. La corporación de opinadores y algunos otros sectores lo presionan para que, al igual que Áñez, deponga su candidatura, pero, como su lógica no es la de los pactos forzados e inconsistentes, sigue al frente, y aunque sabe del riesgo de perecer en el intento, recibiendo solamente la votación cruceña (45%), no se baja, porque no hay factores que le permitan coincidir con Comunidad Ciudadana (CC) que, al igual que un año antes, vuelve a perder en las urnas. Ni sumando los votos de Mesa con el macho alfa de octubre-noviembre de 2019 habrían logrado ganarle al MAS-IPSP.
Tuto era conceptualmente el mejor candidato neoliberal, pero su 1% en las encuestas lo obliga a renunciar a la candidatura. Mesa, el supuesto caballo ganador, único con posibilidades de ganarle al MAS según sus autoengañosas encuestas, llega a la misma cifra que Tuto frente a Evo en 2005, 28%. Doria Medina, sin pena ni gloria, se queda sin candidatura vicepresidencial, debido a que Jeanine se baja porque hace un gobierno más que lamentable, convertido en funcional a los intereses de recomposición y rearticulación del MAS. Ortiz termina como el título de la novela del gran Osvaldo Soriano: Triste, solitario y final, botado por Áñez del cargo de ministro de Economía y Finanzas Públicas, al influjo de su excolega y examigo Arturo Murillo, ahora encarcelado en Miami por lavado de dinero y sobreprecios de materiales para reprimir al pueblo masista.
Áñez pierde su libertad, y enfrenta una interminable lista de acusaciones que van desde sedición y terrorismo, pasando por masacres y por contravenciones a la Constitución y a las leyes. En buenas cuentas, la transición y las candidaturas contra el partido azul quedan despedazadas, mientras Luis Fernando Camacho se encamina sin mirar a los costados hacia su triunfo producido el 7 de marzo en las subnacionales que le permiten acceder a la Gobernación del departamento de Santa Cruz con el mismo porcentaje con el que Arce había ganado la presidencia, 55%. Todos quienes estuvieron directa o indirectamente ligados a las reuniones de la Universidad Católica del 10, 11 y 12 de noviembre de 2019 han perdido en la transición, la propia Áñez que apenas logra un tercer lugar con un 13% en el intento de ser gobernadora del Beni por la Alianza Ahora, un invento de último momento electoral.
Durante el año en que Bolivia se hundió en la peor crisis de Estado de los últimos tiempos, expresada en su desinstitucionalización democrática, quien ha salido ileso y triunfante de ese crítico momento es Luis Fernando Camacho. Recuerda a esos tiroteos cinematográficos en los bares de los polvorientos pueblos del lejano oeste norteamericano en los que mientras todos se matan, siempre hay uno, muy ágil, que se escabulle por debajo de las mesas sin dejar rastro.
Nada amedrenta a este que alguien calificó del “nuevo Banzer”, comparación que nada tiene que ver con estos tiempos de fake news y TikTok en los que Luis Fernando Camacho no tiene relación directa con el cúmulo de desmanes y atrocidades cometidos por el gobierno de Áñez. ¿De qué se lo podría acusar por lo sucedido en octubre y noviembre de 2019? Máximo de haberle pedido la renuncia a Evo, si se considera este un acto de sedición contemplado en el artículo 123 del Código Penal.
Nada más. Nada menos. Legitimado y empoderado en su condición de nuevo gobernador del departamento más extenso y económicamente más fuerte del país, declara sin dubitar que acudirá a declarar a la Fiscalía cuando se lo convoque, para ratificar todas y cada una de las acciones emprendidas que, según su visión y convicciones, llevaron a recuperar la verdadera democracia en Bolivia. Su frontalidad y el hacerse cargo de todo lo actuado en los violentos días de fines de 2019 explican por qué Luis Fernando Camacho deberá ser considerado para la historia el autor principal de la caída de Evo Morales.
¿Qué le falta a este hombre de la derecha boliviana, orgulloso de su antimasismo, rabioso anticomunista que todavía no comprende que Evo, su gran enemigo, no es comunista, al menos no de acuerdo con el manual ideológico de los años 70? Conocer Bolivia. Superar las aprisionantes barreras de una clase dominante ombliguista en su regionalismo para intentar comprender las lógicas diversas del Estado Plurinacional. Rubén Costas decía que su partido había logrado alcance nacional. Los hechos demostraron que no había sido cierto. Los Demócratas cruceños dejaron de existir como partido. A Camacho le toca explicarle al resto del país que autonomías y federalismo no necesariamente son sinónimo de separatismo, que lo suyo puede ser alternativo a lo nacional popular expresado a través no solo del MAS, sino fundamentalmente del Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP), donde se encuentran nucleadas las organizaciones sociales, negadas en sus existencias por conservadores y liberales, negación que los ha llevado a un sistemático fracaso, en los que la nueva izquierda boliviana terminará gobernando por lo menos 20 años, si es que no logra reproducir el poder en 2025.
Fuente: Julio Peñaloza Bretel en La Razón
Estimado autor,
Hace falta un aspecto muy importante: la lucha del macho contra el INRA. A pesar de todas las falencias del Instituto Nacional de la Reforma Agraria, poner la distribución de tierras en manos de terratenientes y empresarios sería el fin para los pueblos originarios de la zona, sus animales y el medio ambiente en general.
Con mucho respeto
Octaviano Silvestre