El Embajador de Francia tuvo el lindo gesto de enviarme el libro Femmes puissantes (Mujeres poderosas) de la periodista y feminista confesa Léa Salamé. A los pocos días, uno de mis mejores amigos me regaló Zorras, de otra periodista y escritora especializada en sexualidad, Noemí Casquet, quien también publicó Mala mujer. ¿Cuál leo primero? En eso llega a las oficinas del diario Nuevo mapa de actores en Bolivia, una última publicación de la fundación alemana Friedrich Ebert coordinada por Jan Souverain y José Luis Exeni. Ante la sed de comprender lo sucedido en el país desde las elecciones anuladas de 2019 decidí que las poderosas y las zorras tendrían que esperar. Como periodista, me fui corriendo al capítulo firmado por Susana Bejarano y Fernando Molina, La transformación restauradora del campo mediático: el alineamiento de los medios de comunicación con el bloque de poder postevista en noviembre de 2019. El título ya presenta el desenlace de un fenómeno que trae pocas sorpresas. El texto describe el campo mediático antes de la ruptura de 2019, identifica el nuevo bloque de poder nacido de la convulsión, analiza la reacción de los agentes mediáticos y marca los efectos de la tormenta política en el campo periodístico. El centro del estudio son los impresos bolivianos.
Como parte de LA RAZÓN, me intereso, subrayo y comparto aquí lo que toca a los impresos. En el estudio se hace referencia a que justo en los días posteriores a la asunción de Jeanine Áñez, el sindicato de LA RAZÓN resiste la línea editorial de su medio y exige el despido de la directora Claudia Benavente. No es todo. “Los periodistas de este medio se expresaron públicamente en contra de su colega, el caricaturista Alejandro Salazar, lo que determinó que éste renunciara a su puesto”. Lo anterior es parte de los elementos que llevan a Bejarano y Molina a deducir que el cambio de la situación política nacional generó “el silenciamiento de los periodistas más relacionados con el régimen caído y la emergencia de la verdadera lealtad de clase de los demás”. Los autores siguen: “Los huelguistas de LA RAZÓN creyeron que este periódico cambiaría prontamente de dueños, toda vez que el empresario Carlos Gill estaba siendo investigado por sus relaciones con el gobierno de Morales”. Después de esta metamorfosis y mientras varios medios “cambiaron su línea editorial en 180 grados (…), LA RAZÓN mantuvo su perfil previo, por lo que su crisis interna se tornó crónica”.
Paralelamente, el periódico paceño Página Siete, señala el artículo, “a despecho de su escasa lectoría” empezó a desempeñar un papel clave en ese momento: auspiciaba encuestas electorales en las que el MAS siempre aparecía con una intención de voto menor a la que le daban otras empresas, “buscaba inducir a sus lectores a considerar los resultados finales del Tribunal Electoral como falsos, lo fueran o no”. El diario no estaba solo, detalla el estudio: la mayoría de ellos no dudó del fraude electoral, pero “Página Siete fue el medio que más extremó esta tendencia”. Con el gobierno de Áñez, sigue el análisis, Página Siete apoyó fervientemente al nuevo régimen e hicieron, con la mayoría de sus columnistas, una sistemática campaña para que no se asocie al nuevo gobierno con un golpe de Estado, llegando a despedir a la columnista María Galindo, una voz enfrentada contra el nuevo oficialismo. Mitificaron la revolución de los “pititas” con todo un libro. El apoyo mediático llegó a justificar la represión ejecutada por el gobierno. Sobre la caída del muro de la planta de Senkata en El Alto, “todos los medios, excepto LA RAZÓN, dijeron que el mismo fue volado con dinamita”. Ninguno se preguntó por qué la supuesta explosión no causó un hueco en la pared. El atentado dinamitero repetido en los medios permitió después hablar de terrorismo. “El único medio nacional que entrevistó a los protagonistas en los días inmediatamente posteriores a los hechos e incorporó su versión a los reportes que hizo fue LA RAZÓN” y más tarde “la inmensa mayoría de los grandes medios bolivianos, con la sola excepción de LA RAZÓN, no dio realce a las declaraciones de los afectados por las masacres a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”.
La cereza de otro pastel: Ninguna asociación periodística protestó porque las cadenas Telesur y Russia Today fueran suspendidas de todos los servicios de cable del país.
Moraleja de este pastel: Más vale estar solo que mal acompañado.
Postdata: Ahora sí toca leer Zorras y Mujeres poderosas. El orden es lo de menos, la satisfacción es lo de más.
Fuente: Claudia Benavente en La Razón