Álvaro García Linera, cuando era vicepresidente de Bolivia, solía decir que la fortaleza del MAS radicaba en ser una coalición de organizaciones sociales. Esa fortaleza implicaba no solo a la dirigencia sindical nacional y departamental o, en general, a estructuras organizativas formales, sino también a la capacidad de movilización “molecular” con gran incidencia en definiciones políticas. “Curiosamente”, el gobierno del MAS, en este caso dirigido por Luis Arce, ha erosionado esa fortaleza (que hasta cierto punto ya venía desgastada). Incluso, en el marco de una disputa que va más allá de lo electoral frente a Evo Morales, la ha dividido. Así, en la actualidad, con David Choquehuanca haciendo el “trabajo sucio”, existen organizaciones sociales “arcistas” y “evistas”.
Hace un par de semanas atrás el “arcismo” fracturó a la Federación Departamental de Trabajadores Campesinos de La Paz-Túpac Katari (FDTLCP-TK), encabezada legal y legítimamente por David Quispe Mamani, quien cuestionó de manera abierta a inicios de julio que Arce haya abandonado una reunión con su sector sin atender sus demandas. Un par de semanas después, Quispe anunció que “la Túpac” no participaría de una movilización en favor del oficialismo. Si bien la FDTLCP-TK dirigida por Quispe no es “evista”, su “descarada insubordinación” ante el Gobierno ha dado lugar a que sea objeto de un “golpe sindical”.
Empero, a diferencia de lo que pasó con otras organizaciones, la división de “la Túpac” no ha logrado neutralizar, hasta el momento, a los “indios insubordinados”. De hecho, se han generado reacciones en varios niveles del sindicalismo campesino paceño desde donde no solo se oyen protestas contra el Gobierno, sino también pedidos de renuncia de Arce. Todo esto queda en segundo plano a nivel de las agendas mediáticas; sin embargo, en este conflicto podría complicar más aun la situación del Gobierno.
Entre sectores populares de La Paz y El Alto, con fuertes vínculos con áreas rurales y entre los que el MAS ha tenido su bastión electoral, se oyen quejas, por ejemplo, por al alza de precios de distintos productos, relacionando el hecho a la gestión gubernamental (la cual es señalada como pésima). Esto se está convirtiendo en parte cotidiana de los “murmullos” callejeros y puede llegar a formar un “espíritu activo”. Ante una situación de crisis que cada vez es más identificada como producto del Gobierno actual, una entidad con legitimidad podría articular los descontentos dentro de la población “masista” en el departamento de La Paz.
No se puede dejar de lado la importancia histórica que ha tenido “la Túpac”. Así como la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) fue, por decirlo de algún modo, la columna vertebral de las grandes movilizaciones que se dieron a inicios de este siglo y que abrieron la posibilidad de que el MAS llegue al gobierno, la FDTLCP-TK fue el “núcleo duro” de la CSUTCB en ese mismo periodo. Además, uno de los primeros espacios “de masas” en los que, en la segunda mitad del siglo XX, se desarrolló el proceso de politización de la etnicidad fue este ente sindical.
Desde luego, es dudoso que “la Túpac” legítima alcance la capacidad de movilización que mostró en los primeros años del siglo XXI. Empero, con la situación de descontento que va siendo atizada por la voluntad del Gobierno de no gobernar, se van generando posibilidades de articulación de descontentos en lo rural y lo periurbano que bien podrían ser capitalizadas por la dirigencia de la FDTLCP-TK. Si fuera el caso, a Luis Arce no le serviría de mucho haber formado un gabinete para asuntos de indios o “gabinete social”. Afortunadamente para el Gobierno, por el momento, David Quispe apela a la discursividad indianista clásica, lo que le puede permitir interpelar de manera limitada a algunos sectores. Aun así, podría estar generándose frente al Gobierno una trinchera entre la población aymara.
Fuente: Carlos Macusaya en La Razón