Cuando la derecha asaltó el gobierno mediante acciones violentas y anticonstitucionales que develaban su carácter antinacional (desconocimiento de los resultados de las elecciones del 20 de octubre; llamamientos a posesionar presidentes, cuando no había concluido el recuento electoral; quema de instituciones y urnas electorales; policía y ejército deliberando y pidiendo renuncia de un presidente constitucional; amenazas, torturas y quema de casas de dirigentes del MAS; rompimiento de relaciones con Cuba y Venezuela; masacres en Senkata y Sacaba; acusación de desestabilización al candidato Luis Arce; Camacho y Mesa pidiendo mano dura en el Trópico; etc.); se pensaba que la recuperación de la democracia iba a ser un camino largo y complejo, porque esas proyecciones ideológicas de la derecha daba a pensar la derrota de cualquier acción de resistencia.
Sin embargo el pueblo boliviano había tomado conciencia que la democracia no podía ser identificado ni con mayorías, ni con minorías, sino que la esencia de la democracia tenía y tiene que ver con el poder de los pobres, de los indios, de los negros, de las mujeres; así como que oligarquía no quiere decir gobierno de unos pocos, sino el poder de los ricos.
He aquí una inversión dialéctica de la idea de democracia, porque en la situación profunda de crisis que atravesaba el país, la contingencia provocó una auténtica división entre aquellos que pensaban que las elecciones se ganan excluyendo al MAS, que en el fondo es prohibir a los sectores populares; o que las elecciones se ganan con la consigna del “voto útil” que significaba el “todos contra el MAS”, que en el fondo era y es una posición étnica cultural, o sea “todos contra los salvajes”. La pregunta pertinente es: ¿por qué en una situación de censura, persecución, racismo y represión el pueblo boliviano en su gran mayoría se une y derrota al golpismo? La respuesta la encontramos en una necesidad histórica y política que fue, y seguirá siendo, el símbolo compartido que se llama proyecto popular indígena que para las mayorías nacionales significó luchar en los espacios políticos, electorales, ideológicos contra la derecha más reaccionaria que pretendía la aniquilación política del pueblo como tal.
Este proyecto popular indíegna lo dijimos y lo reiteramos no puede basarse, en cualquier plano, en una especie de “síntesis dialéctica” o sea una reconciliación con el enemigo de clase, y esto porque la derecha antinacional lo viene repitiendo desde el 2006, no acepta que los indios y los pobres manejen su destino, más aún cuando el ministro de economía anunció que el 2021 las grandes fortunas que lo conforman 150 personas pagarán un impuesto, esto implica que la democracia seguirá argumentándose desde la eliminación de la desigualdad que es el pilar del programa del MAS. Por estas razones, la victoria popular del 18 de octubre se debe al binomio, al ansía de volver a la estabilidad económica, y al deseo de que de una vez por todas se vaya la derecha incapaz y corrupta; pero fundamentalmente creo que la victoria electoral se debe en gran parte al compromiso del compañero Lucho de reconducir el proceso de cambio, o sea que no vuelvan los errores y falacias cometidos en la primera gestión de gobierno; y esta necesidad histórica y política de la reconducción se debe a un hecho real y es que el proceso de cambio acabó mal derrotado en las calles y con muchos muertos y que las causas de ese desastre no se pueden volver a repetirse.
Lo que queremos decir es que votar por el binomio, la estabilidad económica y sacar a la derecha corrupta era lo políticamente correcto, pero si queremos ser coherentes con todo lo que sucedió desde octubre del 2019 hasta ahora, votar por la reconducción del proceso de cambio significa no solo una diferencia objetiva, sino también una diferencia que es también «subjetiva». En ambos casos estamos conscientes que había una pasión política, porque fueron sinceras sus convicciones, pero en el segundo caso, cuando el pueblo vota por la reconducción, ese acto consciente tiene un efecto liberador: aun cuando lo que han hecho sea arriesgado y una locura, han llevado a cabo un auténtico progreso moral, la gente vota por el MAS y les da a sus dirigentes un voto de confianza y renace la esperanza de que el proceso de cambio puede ser reconducido, aquí la madurez ética de los votantes sorprende, porque en otras palabras están diciendo vale la pena votar al MAS y ver el «milagro» de la reconducción.
En conclusión, el pueblo anónimo voto por la estabilidad económica, sabiendo que fue el beneficiado de las políticas de lucha contra la desigualdad, ese mismo pueblo voto contra la mala gestión gubernamental de la derecha, porque a fin de cuentas si seguía la derecha gobernando significaba volver a la desigualdad, y por último, el pueblo voto por el binomio consciente que debían votar por sus líderes. Pero fundamentalmente el pueblo voto por la reconducción del proceso de cambio porque así se ampliaba el espacio moral y ético para que de ahora en adelante nuestros gobernantes estén a la altura de esa esperanza, de la historia y del mismo pueblo que aspira a que de una vez por todas en nuestro país se imponga la sociedad de iguales.
Fuente: Jhonny Peralta Espinoza en: https://kaosenlared.net